EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la sexta semana del tiempo ordinario
Epístola de Santiago 1,1-11.
Santiago, servidor de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la
Dispersión.
Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase
de pruebas,
sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia.
Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen
a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada.
Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque él
la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio.
Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar
levantadas y agitadas por el viento.
El que es así no espere recibir nada del Señor,
ya que es un hombre interiormente dividido e inconstante en su manera de
proceder.
Que el hermano de condición humilde se gloríe cuando es exaltado,
y el rico se alegre cuando es humillado, porque pasará como una flor del campo:
apenas sale el sol y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se marchita y
desaparece su hermosura. Lo mismo sucederá con el rico en sus empresas.
Salmo 119(118),67.68.71.72.75.76.
Antes de ser afligido, estaba descarriado;
pero ahora cumplo tu palabra.
Tú eres bueno y haces el bien:
enséñame tus mandamientos.
Me hizo bien sufrir la humillación,
porque así aprendí tus preceptos.
Para mí vale más la ley de tus labios
que todo el oro y la plata.
Yo sé que tus juicios son justos, Señor,
y que me has humillado con razón.
Que tu misericordia me consuele,
de acuerdo con la promesa que me hiciste.
Evangelio según San Marcos 8,11-13.
Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a
prueba, le pedían un signo del cielo.
Jesús, suspirando profundamente, dijo: "¿Por qué esta generación pide un signo?
Les aseguro que no se le dará ningún signo".
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia católica
§ 156-159
Los que creen ven los milagros
El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas
aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural.
Creemos «a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede
engañarse ni engañarnos». «Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe
fuese conforme a la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu
Santo vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación» (ibíd., DS
3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4), las profecías,
la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son
signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos»,
motivos de credibilidad que muestran que «el asentimiento de la fe no es en modo
alguno un movimiento ciego del espíritu» (Concilio Vaticano I: DS 3008-3010).
La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, porque se funda
en la Palabra misma de Dios, que no puede mentir. Ciertamente las verdades
reveladas pueden parecer oscuras a la razón y a la experiencia humanas, pero «la
certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la razón natural»
(Santo Tomás de Aquino, S.Th., 2-2, q.171, a. 5, 3). «Diez mil dificultades no
hacen una sola duda» (J. H. Newman, Apologia pro vita sua, c. 5).
«La fe trata de comprender» (San Anselmo de Canterbury, Proslogion,
proemium: PL 153, 225A) es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor
a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado...
Fe y ciencia. «A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber
contradicción entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios e
infunde la fe otorga al espíritu humano la luz de la razón, Dios no puede negarse a
sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero» (Concilio Vaticano I: DS
3017). «Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de
un modo realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente
en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen
su origen en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu humilde y ánimo constante
se esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin saberlo, está como
guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo que
son» (GS 36,2).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”