VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?"
Is 43,18-19.21-22.24b-25: "Por mi cuenta borraba tus crímenes"
Sal 40,2-3.4-5.13-14: "Sáname, Señor, porque he pecado contra ti"
2 Co 1,18-22: "En Jesús todo se ha convertido en un «sí»"
Mc 2,1-12: "El Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar
pecados"
Con todo lo importante que habían sido las intervenciones de Dios en favor de su
pueblo, pide el profeta que no sean comparadas con lo que ahora se prepara. Era el
retorno de la cautividad de Babilonia lo que estaba a punto de suceder. Si grande
había sido el castigo de la deportación, mayor sería el gozo del retorno. Todo, como
siempre, fruto de la gratuidad divina.
La "novedad" del perdón de Cristo no pasa inadvertida: "¿Quién puede perdonar
pecados fuera de Dios?" Quienes buscaban una cosa (la curación), se encontraron
dos (curación y perdón). Los que no aceptaban el perdón, tuvieron que aceptar la
evidencia de un paralítico que cogía la camilla y se iba a su casa. Así quien no
acepta la posibilidad del perdón de Dios, andará buscando otras explicaciones a las
maravillas divinas.
Los técnicos del mercado y los especialistas en publicidad tienen verdadero afán de
presentarnos algo novedoso todos los días. Y con el paso del tiempo, vuelve a
aparecer como novísimo lo que en otro tiempo apareció como atrasado o
anacrónico. La novedad se nos ofrece como "última generación". Esto tiene una
consecuencia seria: que las generaciones actuales creen que la historia empezó el
día que ellos empezaron a vivir. Y hacer tabla rasa del pasado es injusto.
— "Jesús escandalizó sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia
los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos. Llegó incluso a
dejar entender que compartiendo la mesa con los pecadores, los admitía al
banquete mesiánico. Pero es especialmente, al perdonar los pecados, cuando Jesús
puso a las autoridades de Israel ante un dilema. Porque como ellas dicen,
justamente asombradas, «¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?» (Mc
2,7). Al perdonar los pecados, o bien Jesús blasfema porque es un hombre que
pretende hacerse igual a Dios o bien dice verdad y su persona hace presente y
revela el Nombre de Dios" (589; cf. 1441-1445).
— "Con una audaz confianza hemos empezado a orar a nuestro Padre. Suplicándole
que su Nombre sea santificado, le hemos pedido que seamos cada vez más
santificados. Pero, aun revestidos de la vestidura bautismal, no dejamos de pecar,
de separarnos de Dios. Ahora, en esta nueva petición, nos volvemos a Él, como el
hijo pródigo y nos reconocemos pecadores ante Él como el publicano. Nuestra
petición empieza con una «confesión» en la que afirmamos al mismo tiempo
nuestra miseria y su Misericordia. Nuestra esperanza es firme porque, en su Hijo,
«tenemos la redención, la remisión de nuestros pecados» (Col 1,14). El signo
eficaz e indudable de su perdón lo encontramos en los sacramentos de su Iglesia"
(2839; cf. 2841).
— "El que confiesa sus pecados actúa ya con Dios. Dios acusa tus pecados, si tú
también te acusas, te unes a Dios. El hombre y el pecador, son por así decirlo, dos
realidades: cuando oyes hablar del hombre, es Dios quien lo ha hecho; cuando oyes
hablar del pecador, es el hombre mismo quien lo ha hecho. Destruye lo que tú has
hecho para que Dios salve lo que él ha hecho... Cuando comienzas a detestar lo
que has hecho, entonces tus obras buenas comienzan porque reconoces tus obras
malas" (San Agustín, ev. Jo. 12,13) (1458).
La gran novedad del perdón que Dios nos da en Jesucristo es el hombre nuevo que
surge después de la reconciliación.
Con permiso de Almudi.org