COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la
casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera
delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron
entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como
no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo
sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero
descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos
hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son
perdonados". Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en
su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando!
¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?" Jesús,
advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están
pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son
perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'? Para que
ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder
de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando,
levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". El se levantó en
seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó
asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada
igual".
“Recurramos a la misericordia de Dios”
¡Qué Evangelio conmovedor! Jesús, que estaba con tanta gente, se
encuentra con la situación de un paralítico donde algunos hombres, amigos
de este, lo llevan, hacen de mediadores, hacen de puentes, que incluso son
capaces de superar las dificultades para que Jesús pueda verlo; en este caso
levantan el techo, hacen un agujero y bajan la camilla para que Jesús lo
vea. La fe de ellos es una fe ejemplar.
Luego, lo propio de Jesús. Recordamos cuando en Navidad hemos hablado
sobre el misterio original: este Dios que estaba oculto, que se manifiesta, se
hace carne y viene a dar su vida por nosotros, es el inicio de la Salvación;
este Niño en apariencia débil, es el Todopoderoso, el Consejero Admirable,
el Sabio, el Fuerte, que después va a morir en la cruz dando la vida por
nosotros. Y en este aspecto están las dos realidades, lo divino y lo humano.
Lo divino es el perdón y, en el texto, lo advirtieron muy bien los escribas
cuando dijeron: “quién es este?, está blasfemando!, porque sólo
Domingo 19 de Febrero de 2012
7º domingo durante el año
Evangelio según San Marcos 2, 1-12 (ciclo B)
Dios puede perdonar!” ¡Claro, si Jesús es Dios! No se equivocaron; sólo
Dios perdona y Jesús perdonó los pecados. Ante la sorpresa e indignación,
Jesús muestra la parte humana, el aspecto físico, “para que sepan que el
Hijo del Hombre tiene el poder de perdonar los pecados a ti te digo
levántate, toma tu camilla y anda!” y lo sanó espiritualmente y
físicamente.
Lo propio de Dios: su ternura y su misericordia. Lo propio del hombre: sus
miserias. Ante la miseria nuestra y ante la misericordia de Dios, es más
grande la misericordia. Dios perdona y olvida, no restaura sino que crea;
crea una nueva realidad porque restaurar es hacer parecido una cosa que se
rompió, que parezca que está bien hecha. Dios no restaura, Dios crea, hace
nueva.
Dios perdona, cancela los pecados y olvida.
Es importante no mirarse tanto a uno mismo como sí mirarlo a Él, que es
rico en misericordia y es lento para la ira, pues lo propio de Dios es su
amor, su ternura y su perdón. Si recurrimos a Dios, rico en misericordia,
vamos a humanizar nuestra vida, vamos a ser más agradables los unos para
con los otros; porque una cosa tiene que ver con la otra: lo espiritual y
divino tiene que ver con lo humano y ambas realidades son comprometidas
y están unidas.
El que está bien con Dios puede estar bien con los demás. A veces estamos
mal con los demás porque estamos mal con Dios. Recurramos a la
misericordia de Dios y no nos achiquemos a la hora de presentar nuestros
pecados. Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén