VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Segunda Lectura: 2Cor 1,18-22
Jesucristo no fue primero “sí” y luego “no”. Todo él es un “sí”
“Cristo Jesús, el Hijo de Dios… no fue primero “sí” y luego “no”; en Él todo se
ha
convertido en un “sí”; en Él todas las promesas de Dios han recibido un “sí”
(2Co 1, 19 s): así es como lo expresa san Pablo. En efecto, el Señor Jesús es
el “testigo fiel”, es el „sí‟ de las
promesas de Dios” y consiguientemente la realizacin suprema de la fidelidad
incondicional
con la que Dios ama a su pueblo, a cada hombre y mujer. Así Cristo, en
cumplimiento de la voluntad del Padre inauguró en la tierra el reino de los
cielos, nos reveló su misterio y con su obediencia realizó la redención (LG
3).
Jesús en su predicación y en su conducta muestra ante todo su profunda
unión con el
Padre en el pensamiento y en las palabras. Lo que quiere transmitir a sus
oyentes (y a toda la humanidad) proviene del Padre, que lo ha “enviado al
mundo”
(Jn 10, 36). “Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que
me
ha enviado, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su
mandato es vida eterna. Por
eso, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí” (Jn 12,
49-50). “Lo que el Padre me ha enseado eso es lo que hablo” (Jn 8, 28).
En la predicación, Jesús demuestra que su fidelidad absoluta al Padre, como
fuente
primera y última de „todo‟ lo que debe revelarse, es el fundamento esencial
de
su veracidad y credibilidad. “Mi doctrina no es mía, sino del que me ha
enviado”,
dice Jesús, y aade: “El que habla por su cuenta busca su propia gloria, pero
el
que busca la gloria del que le ha enviado ése es veraz y no hay impostura en
él”
(Jn 7, 16. 18).
Por consiguiente, Cristo es el “testigo fiel”, en Él todo se ha convertido en un
“sí”. Esta fidelidad ?en la
búsqueda exclusiva de la gloria del Padre, no de la propia brota del amor que
pretende probar: “Ha de saber el mundo que amo al Padre” (Jn 14, 31). Pero
su revelación del amor al Padre incluye también su amor a los hombres. Él
“pasa
haciendo el bien” (cf. He10, 38). Toda su misin terrena está colmada de
actos de amor hacia los hombres, especialmente hacia los más pequeños y
necesitados. “Vengan a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados y
yo les
daré descanso” (Mt 11, 28). “Vengan”: es una invitacin que supera el circulo
de los coetáneos que Jesús podía encontrar en los días de su vida y de su
sufrimiento sobre la tierra; es una llamada para los pobres de todos los
tiempos, siempre actual, también hoy, siempre volviendo a brotar en los
labios y en el corazón de la Iglesia.
Jesús es “el testigo fiel” del amor que Dios nutre para con el hombre. En su
testimonio están asociados la
verdad divina y el amor divino. Por eso entre la palabra y la acción, entre lo
que Él hace y lo que Él enseña hay una profunda cohesión, se diría que casi
una
homogeneidad. Jesús no sólo enseña el amor como el mandamiento
supremo, sino
que Él mismo lo cumple del modo más perfecto. No sólo proclama las
bienaventuranzas en el sermón de la montaña, sino que ofrece en Sí mismo
la
encarnación de este sermón durante toda su vida. No sólo plantea la
exigencia de amar a los enemigos, sino que Él mismo la cumple, sobre todo
en el
momento de la crucifixin: “Padre, perdnales, porque no saben lo que
hacen” (Lc
23, 34).
Nuestra respuesta dominical y de cada día a Cristo Jesús, el Hijo de Dios…,
que no fue primero “sí” y luego
“no”, pide nuestra fidelidad y nuestro amor, nuestra indignidad y nuestro
abandono en “Aquel que nos ama, y nos ha absuelto de nuestros pecados
por la
virtud de su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes de Dios, su Padre…”
(Ap
1, 5-6).
Hemos venido al encuentro del testigo fiel, a estar junto a Cristo, y nuestros
labios deben renovar hoy por Él, con él y en Él nuestro sí, nuestra fidelidad a Aquel
que es el “testigo fiel”. Por tanto, así como Cristo dio su “sí” incondicional y
definitivo al Padre por amor a nosotros, nosotros también le demos dar nuestro
“sí”, nuestro “amén”, nuestro “así sea”. Y, como nos recuerda San Pablo, que no
estemos dando contramarchas: que no sea primero “sí” y después “no”, sino que
digamos sí y mantengamos nuestro “sí” hasta el final.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)