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VII Domingo del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Mc 10, 32-45
Ya ven que nos estamos dirigiendo a
Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado. Jesús explicó un día, sin
medias
palabras, la razón de su venida a la tierra: “el Hijo del hombre ha venido… a
dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10, 45; Mt 20, 28). Por eso, la cruz
no fue un hecho casual en el camino seguido por Jesús, sino una realidad
conscientemente querida para la redención de los hombres.
Cristo tenía conciencia de que para la
salvación del mundo era necesario su sacrificio: “…es preciso que sea
levantado el Hijo del hombre, para que todo el que creyere en El tenga la Vida
eterna” (Jn 3, 14). Jesús sabe que la razón de ser de la
Encarnación, la finalidad de su vida es la contemplada en el eterno designio de
Dios sobre la salvación. “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10,
45).
En
los Evangelios podemos encontrar otras abundantes pruebas de la conciencia
que
Jesús tenía sobre su suerte futura en dependencia del plano divino de la
salvación. Desde el inicio sabia Jesús que éste era el sentido definitivo de su
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misión y de su vida. Por ello rechazaba todo lo
que habría podido ser o aparecer como la negación de esa finalidad salvífica.
El
Padre quería que el Hijo cargara con el peso de las consecuencias del pecado.
Esta decisión nos hace comprender la gravedad del pecado, que no puede
atenuarse, si se tienen en cuenta sus ruinosas consecuencias. El pecado,
considerado como una ofensa hecha a Dios, no podía ser reparado más que
por un Hombre-Dios.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)