Ciclo B. I Domingo de Cuaresma
Julio César Villalobos, C.M.
Conversión: invitación y exigencia
“Yo soy así y nada ni nadie me va a cambiar”, “así soy y así moriré”, “para qué
cambiar…yo no necesito hacerlo”. Estas y otras frases se pueden escuchar cuando
nos tocan en aquello que nos cuesta superar.
Hace unos días atrás iniciábamos un tiempo tan especialmente hermoso que se nos
dice que es un TIEMPO FUERTE DE GRACIA Y DE CONVERSIÓN. Se nos hacía
recordar con la imposición de la ceniza que nuestra vida es: caduca, perecedera,
temporal, pero siempre necesitada de Dios, por tanto no podemos nada sin Dios.
Noé recibió un mensaje de Dios que hizo recordar al pueblo para que sepa que no
está solo, y que les da señales de ese amor incondicional; y todo esto desde la
ptica de la alianza: “el diluvio no volverá a destruir la vida…pondré mi arco en el
cielo, como seal de mi alianza con la tierra” (Gen.9,8-15).
¿Queremos señales de la presencia de Dios para poder cambiar de camino?,
¿queremos “ver” a Dios y poder creer para cambiar nuestra vida?, ¿necesitamos
acaso “exigirle” cosas o acontecimientos favorables para convertirnos?, ¿qué está
pasando con nuestra vida entonces?
Es fácil escuchar “otras voces cristianas” que con qué conviccin dicen: “Jesús me
ha salvado”, “Jesús me ha rescatado de tal cosa”, “gracias a Jesús soy una persona
nueva”…a veces hasta eso nos puede dar una sana envidia. ¿Por qué no podemos
decir eso nosotros? San Pedro, en esto lo tiene bien claro: “Cristo muri por los
pecados de una vez y para siempre: el inocente por los culpables, PARA
CONDUCIRNOS A DIOS” (1Pd.3,18-22). ¿Cómo va mi relación con Dios?, ¿dejo que
él transforme mi vida?, ¿dejo que él me la cambie completamente o pongo excusas
para que él no habite en mí?
Cuaresma es un tiempo para dejarse llevar por el Espíritu de Dios en nuestra vida.
En el evangelio de hoy Jesús se deja llevar por el Espíritu:”En aquel tiempo, el
Espíritu llev a Jesús al desierto” (Mc.1,12-15). Desierto, por un lado, puede
significar lugar de encuentro con Dios, es apartarse “del mundo” para escuchar
siempre la voz de Dios; pero, por otro lado, lugar donde es fácil caer en el pecado,
lugar de sequedad, hasta puede significar un sin sentido en la vida. ¿Cuántas veces
nos dejamos “atrapar” por el Espíritu de Dios en nuestra vida o por el espíritu del
mundo?
Pero debe resonar en medio de ese desierto la voz de Jesús que dice:
“Conviértanse y crean en el evangelio” (Mc.1,15).
Cambiar de manera de ser, de pensar, de hablar y de actuar es todo un reto
permanente. Por eso es que conversión debe significar: un cambio radical, profundo
y permanente de nuestra vida.
¿Te animas?, ¿nos animamos a cambiar de verdad?
Conversión: Invitación y exigencia..
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)