Comentario al evangelio del Martes 28 de Febrero del 2012
Es curioso que los primeros versículos del Padrenuestro están escritos en estilo impersonal: “sea”,
“venga”, “hágase”. Pero cuando llega la hora de recibir, aparecemos “nosotros”: “danos”. ¿Por qué no
probamos a rezar también en primera persona los versículos iniciales?:
“Que yo santifique tu nombre”. Cada día, a cada momento, con todos mis pensamientos, palabras,
actitudes, relaciones,…
“Que yo haga venir tu Reino”. Siendo amable, comprensivo, .. viviendo el amor que San Pablo
nos enseña, por ejemplo, en 1 Cor 13.
“Que yo haga tu voluntad en la Tierra”. Es decir, que esté atento a ella y sea dócil a tu
inspiración, como lo fue María.
Podríamos seguir… ¡Qué distinto suena, qué comprometido! Si lo hiciéramos así, casi daría miedo rezar
el Padrenuestro. Porque está dirigido a Dios, claro; y eso significaría comprometernos ante Él a
santificar su nombre, a hacer venir su Reino, a escuchar y cumplir su voluntad… Nuestro papel activo
no se limita a recibir el pan o perdonar para ser perdonados. Hay mucha más “tarea” implícita en esta
oración, que la convierte en un auténtico compromiso.
Claro que no estamos solos en el empeño. Hablamos de la oración de los hijos e hijas de Dios, de los
cristianos. Entre todos tenemos que hacerlo, no depende sólo de uno (lo que podría explicar que esté
formulada en impersonal). Pero eso mismo nos debe llevar a ser conscientes de la responsabilidad que
tenemos en la misión de todos, de la urgencia de asumir nuestra parte en la tarea diaria.
Manuel Tamargo, cmf