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I Domingo de Cuaresma
Lunes
Mt 25, 31-46
Cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo
hicieron. Cristo, Hijo de Dios, al encarnarse, asume la humanidad de todo hombre,
comenzando por el más pobre y abandonado. Se hace solidario con cada persona
hasta el punto de que sale garante de su misma dignidad. Jesucristo, el Verbo
eterno hecho carne, el Redentor de la humanidad, quiso identificarse con cada
persona, en particular, con los pobres, los enfermos y los necesitados: “A mí me lo
hicieron”. Jesús al encarnarse, “se ha unido en cierto modo con todo hombre” (GS
22).
El “Hijo del hombre” que vendrá “en su gloria” (Mt 25,31) juzgará a sus
discípulos según la respuesta que demos a las necesidades de nuestros hermanos:
“Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40).
Se trata de amar como Jesús nos he amado, o sea dando la vida por los
demás (cfr. Jn 15,12-13). Desear y hacer el bien los unos a los otros incluso con
sacrificio, muriendo a sí mismos, al interés propio, placer y utilidad inmediata. Salir
de sí mismos para dedicarse a los demás y servirlos con prontitud y alegría; crear
un vacío en su interior para escucharlos, acogerlos y valorarlos; sacarlos de su vida
sin Dios y sin luz y esperanza.
Esta es la razón por la cual estamos llamados a vivir, el mandamiento nuevo
(Jn 13, 34), supera todo límite impuesto por una lógica humana y egoísta. Se trata
de una caridad que se traduce en unidad, respeto, servicio, ayuda eficaz y efectiva
al necesitado; de una caridad vivida, muchas veces, de manera heroica, dentro de
la misma familia y fuera de ella; de una caridad que, a ejemplo de Cristo, está
siempre dispuesta a perdonar.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)