EL DOMINGO DE LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA B
(Génesis 9:8-15; I Pedro 3:18-22; Marcos 1:12-15)
Tal vez todos hayamos oído la leyenda del arco iris. Dicen que en el final del arco
iris existe una olla de oro. Los científicos tienen una explicación para el fenómeno.
Según ellos la olla de oro refiere a los colores fuertes formados cuando las grandes
gotas de lluvia son aplastadas por la resistencia del aire. De todos modos nosotros
no buscamos una fortuna del arco iris. Su presencia en el cielo es en sí un premio.
En la primera lectura aprendemos de qué consiste este obsequio. También es
leyenda pero en este caso nos sirve como portador de una verdad profunda.
Noé ha estado en la arca por cuarenta días mientras las aguas crecían. La
destrucción es completa. Ningún animal incluso a los humanos ha sobrevivido
excepto aquellos a bordo de la arca. Por fin Dios ha hecho un alto a la muerte. Aun
Él aparece sobrecogido por el daño que el diluvio ha causado. Promete que nunca
jamás enviaría de nuevo aguas tan ruinosas. Como signo de este compromiso Dios
pone el arco iris en el cielo. Le recordará Dios de su promesa, pero más importante
el arco iris nos ayudará a nosotros recuperar la esperanza en tiempos apenados.
Todos hemos experimentado el lamento. Las lágrimas no son ajenas a nadie. Son
particularmente tortuosas cuando nuestros pecados producen la tristeza. La muerte
de un ser querido se hace más gravosa cuando no lo tratamos siempre con el amor
debido. Por eso Pedro llora tanto después de negar a Jesús. Sin embargo, Dios no
quiere que quedemos acongojados. Nos designa este tiempo de Cuaresma para
reconocer nuestra culpa y volver al camino recto.
Se puede distinguir la Cuaresma por tres empeños. No son exactamente el ayuno,
la caridad, y la oración sino algo semejante: la superación de la carne, la
renovación del espíritu, y la misión apostólica. Los cuarenta días proveen un
período bastante largo para establecer las modificaciones necesarias en nuestras
vidas. Aunque a veces parece que todos los años enfrentemos la necesidad para los
mismos cambios, poco a poco hacemos progreso. Este año los desafíos no son tan
grandes como antes. Entretanto nos damos cuenta de otros cambios necesarios
para llegar a nuestro destino que es Dios.
Oímos que deberíamos abstener de chocolate, cerveza y otras cosas agradables
porque son de alguna manera malas. Pero este tipo de pensar es equivocado. La
creación es buena aunque a veces la distorsionamos. No, chocolate y cerveza,
pastel y Coca son buenos pero no son los mejores bienes. El mejor bien (la perla
sin precio) siempre es Dios y para fijarnos en Él, nos privamos de los bienes
menores por un rato. Una vez un padre de familia preguntó al cura si debería
permitir a sus hijas ir a los bailes durante la cuaresma. El sacerdote respondió que
sería severo prohibirles salir por tanto tiempo. ¿Es cierto? Se puede decir que sería
desafortunado si nos quedamos en casa viendo la televisión y murmurando:
“¿Cuántos días quedan de este tiempo horrible?” Sería mucho mejor si invitamos a
nuestros vecinos para rezar el rosario y tomar café.
Se dice que el optimista lleva proyectos mientras el pesimista tiene excusas.
Durante la cuaresma queremos hacernos grandes optimistas por la reflexión y el
diálogo. Primero, que interroguémonos: ¿al fin de nuestras vidas cómo queremos
ser recordados? ¿Que fuimos poderosos, ricos, o aun guapos? Apenas. No, como
hijas e hijos de Dios nuestra meta es ser reconocidos como gente comprensiva,
compasiva, y generosa como Dios. Para realizarlo todos los días tenemos que
conversar con el Señor. Tal vez en el carro o aun en el baño podríamos decirle
cómo lo amamos y cómo lo necesitamos para cumplir nuestros compromisos
Durante la Cuaresma ponemos de manifiesto la fe en Dios casi por casualidad. Eso
es, no hacemos actos de fe y bondad para ser vistos sino para cumplir nuestros
deberes. Al Miércoles de Ceniza anunciamos la fe con la cruz en nuestra frente.
Señalamos nuestro compromiso a Dios cada viernes por pedir queso y no carne en
la cafetería. Sin embargo, el testimonio más elocuente de la fe queda con los
hechos como, por ejemplo, el hombre que llegaba al asilo con guitarra para darles
serenata a los ancianos.
¿Recordamos a Rocky? Fue el protagonista de una serie de cines sobre el boxeo. En
la primera película Rocky comienza su entrenamiento para el campeonato como
una vaca tratando a volar. Apenas puede montar la gran escalera del museo en su
ciudad. Pero después de unos meses levantándose a entrenar en la madrugada, él
brinca a la cima de la escalera como un venado. Es así con nosotros durante la
Cuaresma. En el principio nos parece puro lamento abstenerse de pastel o Coca.
Pero en el final de los cuarenta días no nos cuesta brillar como un arco iris. Hemos
llegado a nuestro destino: somos más comprensivos, compasivos, y generosos
como Dios mismo. Hemos llegado a ser como Dios.
Padre Carmelo Mele, O.P