“Ustedes oren de esta manera”
Mt 6, 7-15:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. CUANDO OREN, NO HABLEN MUCHO, COMO HACEN LOS PAGANOS
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos:
Jesús expuso una censura y una forma correcta al orar y de orar, a través de esta
enseñanza nos expuso cual debe ser el espíritu cristiano en la oración.
La oración cristiana exige como una condición la sinceridad y sencillez, dejando que hable
el corazón, con actitud humilde, no como el practicado por los gentiles, que piensan que
por mucho hablar serán escuchados. Lo que estamos aprendiendo, que al orar no hay que
utilizar vanas palabras, no se debe farfullar, es decir hablar muy deprisa y de manera
atropellada o confusa y tampoco decir muchas cosas inútiles. En otra palabras, no
pretender la charlatanería en la oración, sea diciendo cosas vanas o inútiles, sea
pretendiendo recitar unas fórmulas largas o calculadas, como si ellas tuviesen una eficacia
mágica ante Dios.
Es así como Jesús dijo: No hagan como ellos. En el judaísmo, en general, gustaba de
prolijas oraciones y, en especial, acumular en ellas títulos a los nombres divinos. Pero
Jesús no enseña que no es ésta la actitud cristiana en la oración, porque el Padre que está
en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Pero no se
excluye la minuciosidad, porque no se estima como requisito semimágico, cuando viene de
la sinceridad del corazón. La oración no es locuacidad, sino el corazón volcado en Dios.
No pretende Jesús con esta enseñanza condenar la oración larga. No es éste el propósito
de su enseñanza. La censura va contra la mecanización formulista o semimágica de la
oración. Tampoco Jesús va contra la extensión de la oración. El mismo, cuando estuvo en
Getsemani, dio ejemplo de oración larga, al permanecer en la misma una hora de oración
(Mt 26:39.42.44, par.), lo mismo que pasarse, en ocasiones, la noche en oración.
2. PADRE NUESTRO
Hermosa oración nos enseñó Jesús, El Padre Nuestro, es irremplazable, es una oración
perfecta, en ella esta toda una enseñaza; que orar, como orar y como dirigirse a Dios
como Padre.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre. Comienza esta oración
dirigiéndose a Dios con una alabanza que nos hace grato el orar. Es encantador saber el
verdadero sentido de paternidad y filiación divina que tenemos al ser hijos de Dios, al decir
Padre Nuestro, además nos involucramos todos como hermanos, Dios es Nuestro Padre,
uno solo y nuestro, de todos nosotros.
Decir Padre nuestro es la mejor ocasión para entrar el alma dentro de sí, y hacer el giro
hacia la contemplación perfecta. Apenas se encuentra santa Teresa con la palabra “Padre
nuestro” entre las manos, estalla en un “oh” de asombro contemplativo. Que Cristo se
humille tanto para tratar con nosotros, que nos dé al Padre: “¡Cmo dais tanto junto a la
primera palabra! Tan amigo de dar, que no se os pone cosa delante” (C 27,2).
Y cuando nos dirigimos al Padre en oración, levantamos los ojos a El, nuestro corazón se
inflama y se apasiona porque nos dirigimos a quien más nos ama, y decimos tiernamente
“Padre”, porque somos sus hijos, el nos ha creado, somos de su patrimonio, y con gran
convicción, decimos Padre Nuestro, en plural, de este modo nos involucramos todos
porque para El somos hermanos, y deseamos.
3. QUE ESTÁS EN EL CIELO
Levantamos los ojos y rezamos “Que estas en los cielos”, porque “los cielos publican la
gloria de Dios"; (Sal 18,2), el cielo es donde ya no hay culpa y donde no hay ningún temor
a la muerte, entonces nos elevamos a El y lo separamos de las cosas terrenas. San
Agustín decía: Dios, habita en le corazón de los hombres justos, complementado con la
idea del cielo, es entonces el cielo una idea mas allá de todo lo que el hombre puede
imaginar.
4. SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Luego rezamos “Santificado sea tu nombre”; Porque Dios es santidad pura, incorruptible,
principio de todo lo bueno, y pedimos que sea santificado en nosotros su nombre, como
auxilio para abstenernos de toda maldad y para que la santificación pueda venir en
nosotros. Por tanto, esta es una expresión que nos compromete a buscar la santidad, para
que Dios tenga hijos dignos recordando al salmista que dice: “Sea conocida tu santidad en
todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de justos (Sal 32,1)
5. QUE VENGA TU REINO
Y es hora de pedir y rogamos: “que venga tu reino”; Para que el poder y la seducción y el
reino de este mundo pasajero sean desterrados, sobre todo, el pecado, que reina en
nuestra vida terrenal. De este modo también pedimos a Dios que nos libre de la corrupción
y nos preserve de la muerte. También queremos decir venga el Espíritu Santo sobre
nosotros para que nos purifique. El Reino de Dios viene cuando alcanzamos gracia;
porque El mismo dice (Lc 17,21): "El reino de Dios está dentro de vosotros". Para que Dios
reine en nuestras vidas, así entonces en todos nuestros pensamientos, palabras y
acciones.
6. QUE SE HAGA TU VOLUNTAD
Y sin entristecernos por el Plan de Dios en nosotros, le pedimos al Padre que se hágase
su voluntad aquí en la tierra como en el cielo; Es una súplica para que nos permita imitar la
vida del cielo, y porque nosotros deseamos aceptar lo que El quiere. Le pedimos de este
modo, que nuestra vida humana sea buena y semejante a la que tendremos después de la
resurrección, por tanto ya queremos disponernos a llevar un modo de vida en este mundo,
que esté conforme con la que esperamos en el otro.
7. DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA.
Suplicamos a continuacin “Danos hoy nuestro pan cada día”: Jesucristo es el Pan de Vida
Eterna. El pan de nuestras almas es la virtud divina, que trae sobre ellas la vida eterna del
mismo modo que el pan que nace de la tierra conserva la vida temporal. El pan divino que
ha venido y el que ha de venir, le rogamos nos conceda hoy, con todo su sabor. También
concédenos esto haciendo que el Espíritu Santo habite en nosotros, produciendo una
virtud que aventaja a toda virtud humana, como la humildad, la bondad y el amor.
8. PERDONA NUESTRAS OFENSAS
Y reconociendo nuestras falta, solicitamos que perdones nuestros pecados, perdona
nuestras ofensas: “Misericordia Seor, nos comprometemos a no faltarle, sin embargo
caemos, pero El, bueno al extremo, nos perdona y luego volvemos a caer, entonces le
suplicamos que suspenda el castigo que merecemos, y El tan bueno, lo hace. Pero en
cuanto vemos que por su confianza en nosotros El mira para otro hermano, volvemos a
caer nuevamente”. Jesús nos enseo a tener confianza por nuestras buenas obras, y nos
enseñó a implorar el perdón de nuestros pecados, porque, no existiendo nadie sin
pecados, no nos privemos de la participación de los beneficios divinos por los pecados
humanos. Así pues, al ofrecer, como debemos, a Cristo, quien hace que el Espíritu Santo
habite en nosotros, la santidad perfecta, habremos de reprendernos si no hemos
conservado la pureza de su templo. Este defecto se enmienda por la bondad de Dios,
perdonando a la humana debilidad el castigo de sus pecados.
9. PORQUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A AQUÉLLOS QUE NOS
OFENDEN.
Y decimos lo enseado por Jesús, “porque también nosotros perdonamos a aquéllos que
nos ofenden”; Así es Dios, lleno de piedad por los pecadores, si lo es El con nosotros,
tenemos que serlo del mismo modo con los demás y, si no es así, somos unos hipócritas.
Esto los hacemos con toda justicia por el Dios justo. Cuando nosotros perdonamos a
nuestros deudores; esto es, a los que nos han ofendido y confiesan su ofensa. Conociendo
nosotros esto, debemos dar gracias a nuestros deudores; porque son para nosotros la
oportunidad y la causa de nuestro mayor perdón. Además dando poco alcanzamos mucho;
porque nosotros debemos muchas y grandes deudas u ofensas a Dios y estaríamos
perdidos si nos pidiésemos una pequeña parte de ellas.
10. NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN.
También nos enseñó el Señor, pedir para que El no nos dejes caer en la tentación:
Pedimos a Dios que no nos deje caer en el pecado, esto es fuerza, amor, decisión,
voluntad para enfrentar este diarios combate "entre la carne y el espíritu", capacidad para
evitar las ocasiones de pecar. Si queremos que Dios permanezca en nuestro corazón,
tenemos que protegerlo de la tentación.
En efecto, es imposible no dejarnos tentar, los santos fueron tentados, muchos sufrieron
esta prueba, por eso le pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación, esto es, que
no permita que suframos la prueba de las tentaciones inclinada a los placeres de los
sentidos. Jesucristo conociendo nuestra debilidad, mandó que orásemos para que no
cayésemos en la tentación; pero cuando alguno se ve en ella, conviene que pida a Dios la
virtud de resistirla, para que se cumpla en nosotros lo que dice San Mateo (10,22): "El que
persevera hasta el fin, se salvará".
11. LIBRANOS DEL MAL
Por este motivo, rogamos que nos libre del mal, del “maléfico”, y sus sinnimos, la mentira,
el crimen, el robo, la xenofobia, la discriminación, la desidia, la irreverencia, el egoísmo, la
envidia, la pereza, la maldad, la dureza de corazón, la incomprensión, irresponsabilidad, y
tantas más que son el deleite de Satanás.
San Agustín nos dice que cada uno pide ser librado del mal (esto es, del demonio y del
pecado); pero el que confía en Dios, no teme al pecado. Si Dios está con nosotros, ¿quién
estará contra nosotros? (Rom 8,31).
La Paz de Cristo Jesús viva en sus corazones