III Domingo de Cuaresma, Ciclo B
NO HAY CULTO VERDADERO SIN JUSTICIA
La Palabra : Jesús encontró en el templo de Jerusalén a los cambistas sentados y
traficando. “Haciendo un azote de cordeles los echó a todos del templo, esparció las
monedas y les volcó las mesas. Y a los que vendían palomas les dijo: „no convirtáis
en un mercado la casa de mi Padre‟” (Jn 2, 13-15).
1. Hay garantías de que fue histórico este gesto de Jesús. Lo cuentan los cuatro
evangelistas, si bien los Sinópticos lo narran ya al final, poco antes de que las
autoridades judías condenaran a Jesús por blasfemo, mientras Juan lo ubica al
inicio de la vida pública. Según los Sinópticos este gesto pudo ser argumento para
el juicio contra Jesús. El evangelista Juan, en cambio, quiere dar a entender que el
verdadero templo, el lugar donde Dios recibe honor y gloria es la conducta de Jesús
curando enfermos, defendiendo a los pobres y abriendo un camino de vida para
todos, hasta entregar la propia venciendo a la muerte.
2. No es fácil saber en qué consistió aquella intervención de Jesús en el templo.
Dada la guardia fuerte del recinto cultual, cuyo buen orden era cuidado también por
los militares romanos que tenían cerca un destacamento, no es pensable que Jesús
irrumpiera como un revolucionario violento. El gesto fue más bien profético: el
funcionamiento del templo iba en contra de su inspiración original, se oponía de
frente a lo que Dios quería. Por un lado, al templo de Jerusalén no podían entrar los
paganos; se les concedía orar en el atrio de los gentiles que invadían los religiosos
judíos con sus mesas de cambios y la preparación de sus sacrificios. Por otra parte,
el templo y el culto se habían convertido en el organigrama de una sociedad
injusta: la casta más elevada de los sacerdotes, emparentados con los
terratenientes, en el templo y en el culto engrosaban su patrimonio a costa de los
pobres. Todos los judíos debían pagar tributo al templo y ofrecer sacrificios de caro
importe. Además, desde el templo se dictaban las leyes de pureza e impureza que,
dentro de aquella sociedad teocrática, eran también criterio para discriminar la
posición económica, pues los impuros no tenían acceso a un puesto de rentabilidad.
3. Viviendo en intimidad con el Padre que a todos ama sin medida, Jesús quiere la
vida para todos y es defensor de los pobres, y reacciona en la misma línea de los
profetas que tuvieron que denunciar una situación similar: “mi casa es casa de
oración para todos los pueblos, y la estáis convirtiendo en una cueva de ladrones”.
El templo y el culto no pueden ser lugar para discriminar a las personas ni para
justificar el dominio de unos sobre otros. Según el cuarto evangelista, el nuevo
templo y el nuevo culto “en espíritu y en verdad” es Jesús de Nazaret que por la
entrega de amor hasta la muerte, ha entrado en la plenitud de vida: “Destruid este
templo y en tres días lo levantaré. Cuando resucitó de entre los muertos, sus
discípulos se acordaron de que había dicho esto”.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net