Nosotros tenemos sólo una morada: Cristo
2012-03-04
Evangelio
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a
un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron
esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la
tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres
chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». En realidad no sabía lo que
decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió
una voz que decía: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo».
En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba
solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que
habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos
guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de
„resucitar de entre los muertos‟. Palabra del Seor.
Oración introductoria
Jesús, ¡qué a gusto me siento contigo en la oración! Tontería de mi parte es no
acrecentar estos momentos en que puedo experimentar tu presencia. Te suplico
que me lleves contigo al monte de la oración, ayúdame a guardar silencio para
escuchar tu voz y salir de este encuentro dispuesto a transformar mi vida.
Petición
Dios Padre, ayúdame a no dejarme encandilar por lo exterior y pasajero de esta
vida.
Meditación
Nosotros tenemos sólo una morada: Cristo
«La Transfiguración no es un cambio de Jesús, sino que es la revelación de su
divinidad, “la íntima compenetracin de su ser con Dios, que se convierte en pura
luz. En su ser uno con el Padre, Jesús mismo es Luz de Luz". Pedro, Santiago y
Juan, contemplando la divinidad del Señor, son preparados para afrontar el
escándalo de la cruz, como se canta en un antiguo himno: “En el monte te
transfiguraste y tus discípulos, en cuanto eran capaces, contemplaron tu gloria,
para que, viéndote crucificado, comprendieran que tu pasión era voluntaria y
anunciaran al mundo que tu eres verdaderamente el esplendor del Padre".
Queridos amigos, participemos también nosotros de esta visión y de este don
sobrenatural, dando espacio a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios.
Además, especialmente en este tiempo de Cuaresma, os exhorto, como escribe el
Siervo de Dios Pablo VI, “a responder al precepto divino de la penitencia con algún
acto voluntario, además de las renuncias impuestas por el peso de la vida
cotidiana". Invoquemos a la Virgen María, para que nos ayude a escuchar y seguir
siempre al Señor Jesús, hasta la pasión y la cruz, para participar también en su
gloria» (Benedicto XVI, 20 de marzo de 2011).
Reflexión apostólica
«Para hacer la experiencia del amor de Dios hay que fijar la mirada en el rostro de
Cristo, humano y divino a la vez, doliente y transfigurado, justo y misericordioso;
hay que contemplar ese rostro, que ilumina y sostiene los pasos de quien se acerca
a Él» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 30).
Propósito
Esforzarme por escuchar, hoy, la voz de Dios en mi conciencia.
Diálogo con Cristo
Gracias, Jesús, por darme la oportunidad de poder subir contigo al monte de la
oración. Totalmente inmerecido pero grandemente deseado es este momento en
que puedo llegar a contemplar tu divinidad y tu paternidad. No más palabras,
reflexiones, peticiones u ofrecimientos slo contemplarte, sentir, experimentar tu
cercanía, tu amor ¡Qué maravilla y qué felicidad!
«El Hijo de Dios, con su encarnación, nos invita a conocer el Amor del Padre. Así,
podemos contemplarlo con gratitud y asombro, sentir correr por nuestras venas la
savia vivificadora de su gracia y descubrir su presencia en toda circunstancia.
Podemos reconocer la mano del Creador en la belleza de su acción en este mundo,
en nuestras almas, en la propia vida, porque “la obra de Cristo es obra de amor:
amor de Él que se ha entregado y amor del Padre que lo ha dado”. Jesús es Dios
“con nosotros” y “para nosotros”
( Cristo al centro , prólogo).