¿Soñaste alguna vez con una Cuaresma cerca de Benedicto XVI?
Estos días las calles y las plazas de León, Silao y Guanajuato, tendrán un aspecto
diferente. Las gentes estarán en las vías públicas porque quieren ver a Benedicto
XVI y sentir su presencia reconfortante. Pero si somos sinceros, tendríamos que
acercarnos a la misma palabra del Papa al que le hemos del que conocemos muy
poco. Y precisamente en esta cuaresma, cuando el Papa está con nosotros, el
Pontífice se ha dirigido a los miembros de nuestra Iglesia con un mensaje muy
importante. El Papa desea que los cristianos rompamos los muros, los fosos y las
barreras que nos apartan de los demás, para darnos cuenta que somos una
comunidad en la que todos tenemos necesidad de sentirnos solidarios de los
demás. El Papa comienza su mensaje usando un verbo de la Escritura Santa,
katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse
cuenta de una realidad. Y la verdad qué importante es que alguien con autoridad,
venga a despertarnos de nuestro sueño, o mejor de nuestra inconciencia, “para
fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros,
a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos”, pues muchas
veces pasa que vivimos haciendo lo contrario: “la indiferencia, o el desinterés, que
nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la :esfera
privada:”. Basta preguntar por un domicilio y te darás cuenta que aunque se viva
junto, nadie está enterado, a nadie le interesa, e incluso se molestan porque les
preguntas. Mirar cómo manejan los “cristianos”, para darnos cuenta que priva el
egoísmo, el yo primero, el porqué el otro me va a ganar, y convertimos nuestras
calles en una batalla campal en la que triunfa el que pisa más fuerte el acelerador
aunque tenga que bañar a los transeúntes si es tiempo de lluvia.
El Papa va más allá y nos pide que nosotros consideremos nuestra vida, como un
constante cuidado por el bien de nuestros hermanos, hasta hacernos “guardianes
de nuestros hermanos”, e incluso, hasta verlos como un “alter ego”, o sea “como
un otro yo” a quien el Señor ama infinitamente. Si vemos a los demás de esta
manera, ya no podremos pasar indiferentes y mirar que están robando en plena
calle a un transeúnte o que están sustrayendo mercancía de un puesto en el
mercado o ante el que es asaltado para robarle unos cuantos pesos.
Más adelante el Papa insiste en esa “anestesia espiritual” que nos deja ciegos ante
los sufrimientos de los demás. Cuando hay un accidente aquí en México, siempre
hay una multitud que se acerca, pero no para ayudar, para colaborar, sino muchas
veces para estorbar o movidos por cierto morbo de ver al herido o al que ya ha
fallecido en un accidente automovilístico e incluso, para sustraer cuanto objeto
pueda ser arrastrado. Así desvalijan en unos cuántos minutos la mercancía de todo
un tráiler volcado al borde del camino. Tendríamos necesidad de volver a escuchar
como en dos parábolas, sobre todo, Cristo nos deja a saber su voluntad del bien
por el hermano, la parábola del buen samaritano, que a diferencia de otras gentes
que pasaron con un gran desinterés, éste se apeó de su cabalgadura, se acercó y
se compadeció del hombre tirado al borde del camino, o la otra parábola la del rico
epulón, que banqueteaba espléndidamente, mostrándose también totalmente
indiferente ante la suerte del pobre que yacía lastimosamente a su puerta.
Finalmente, para nuestro intento, el Papa insiste en la necesidad de mirar por el
bien total de nuestros hermanos, no sólo por sus necesidades físicas, sino por el
bien espiritual del hermano, llegando hasta la misma corrección fraterna como
símbolo de un verdadero interés. Ojalá que el Papa Benedicto XVI pueda acercarnos
a Cristo, y suscitar interés por él y así al mismo tiempo que sentimos el gusto de
ser seguidores suyos, podamos manifestar nuestra alegría por darlo a conocer a los
demás.
Pbro. Alberto Ramírez Mozqueda