II Semana de Cuaresma
Con permiso de dominicos.org
Introducción a la semana
La segunda etapa del recorrido cuaresmal se abre con tres sabrosos impactos en
la liturgia dominical: la prueba del fiel Abrahán que se ve en el apuro de
sacrificar a su hijo, la afirmación paulina de que nada ni nadie es capaz de
desgajarnos del amor de Dios pues es nuestro refugio y nuestra fuerza, y el
destello luminoso del monte de la Transfiguración donde se deja oír la voz que
nos invita a escuchar y seguir a Jesús, el Hijo amado de Dios. Gloria del Señor
Jesús y toque de atención para figurarnos, primero, nutriéndonos con su
Palabra, para, posteriormente, transfigurarnos en su fiel seguimiento cuando al
fin nos recoja su mano.
Variado es el contenido de la semana y toca no pocos registros susceptibles
todos ellos de respuesta creyente. Así el lunes nos ofrece en el profeta Daniel
una bella oración de petición de perdón para, en la misma línea, el evangelio
hacer la hermosa declaración de que nuestro Dios es compasivo. El profeta
Isaías, al día siguiente, centra la tarea de penitencia y purificación, si es que
quedara alguna duda al respecto: obren bien, busquen la justicia, que el Señor
es capaz de hacer blanquear la púrpura de nuestros pecados. En contraste con el
doblez farisaico, el evangelio llama a la verdad de nuestras vidas y nos invita a
la grandeza del servicio.
El tercer día nos deja oír el grito del perseguido injustamente y la advertencia
del Maestro: entre los suyos no puede darse la opresión ni el poder excluyente
que se da en los rectores de nuestro mundo; al contrario, el que destaque que
sea porque más sirva. Jeremías sale a escena el jueves para cantar la confianza
en el Señor, teniendo como contraste el evangelio de Lázaro y del que
banqueteaba espléndidamente. Dos relatos de muerte nos presentan las lecturas
del viernes: la venta de José como esclavo y los trabajadores de la viña
homicidas: duras imágenes de la condición humana cerrada a su propia carne.
Se cierra la semana con un canto a la compasión en Miqueas y la belleza del
padre todo-amor que se asoma para ver si en lontananza regresa su hijo
pequeño, porque ya le duelen los brazos de no poder abrazarlo y festejar su
regreso.
Se destaca la conmemoración de San Juan de Dios en esta semana: cercano
ejemplo de la compasiva hospitalidad del Maestro con los enfermos.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)