DOMINGO DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA B
(Éxodo 20:1-17; I Corintios 1:22-25; Juan 2:13-25)
El drama apareció en televisión hace cincuenta años. Era obra de ficción pero
enseñó la verdad. Mostró a un hombre volviendo a su pueblo después de haber
leído todos los libros en la biblioteca del Congreso. Para comprobar que ha cumplido
tal tarea enorme, se convocó una asamblea del pueblo. A la hora indicada el
hombre llegó para su discurso. Dijo que se podía resumir la sabiduría de las edades
en diez puntos. “El primero – empezó – es „yo soy el Seor, tu Dios,…no te
fabricarás ídolos ni imagen alguna…Segundo, „No harás mal uso del nombre del
Seor, tu Dios….‟” Entonces la gente presente cumpli los demás mandamientos del
Decálogo que la primera lectura de hoy nos relata.
Algunos despiden los Diez Mandamientos como si fueran para niños. Es cierto que
los Diez Mandamientos forman sólo la base de la moralidad, pero no son nada
inestimable. Una cosa es que los Diez Mandamientos tienen un lugar privilegiado en
la Biblia. Se encuentran varias veces, pero por la primera vez en Éxodo, el libro
más apreciado por los judíos. Constituyen el núcleo no sólo del libro sino también
de la Alianza entre Dios y Su pueblo. En una manera son el regalo más precioso del
Señor a Su pueblo. Señala Éxodo que el Decálogo fue escrito con Su propio dedo
indicando su trascendencia. En otra manera los Diez Mandamientos comprenden el
compromiso del pueblo que vayan a cumplir Su voluntad.
A la primera vislumbre parece que el Decálogo es propiedad de los judíos como las
leyes de la Iglesia son particulares a la fe católica. Sin embargo, cuando están
analizados, se descubre que los Diez Mandamientos aplican a todos pueblos, en
todos tiempos. Los hombres del África tanto como de Australia tienen que honrar a
sus padres y madres. Los trabajadores de Japón tanto como de Chile merecen un
día de descanso cada semana. “Si es así, ¿cmo ha de tratar el primer
mandamiento que trata de dar culto a un solo Dios?” algunos preguntarán. Sin
embargo, ¿no es el fenómeno de Dios universal? ¿No es que toda sociedad tenga
un ser más alto que todos los demás, sea el Buda en Tíbet y posiblemente la ciencia
en varias culturas posmodernas? Por razón que se aplica en todas partes, dice el
Catecismo que el Decálogo contiene “una expresin privilegiada de la ley natural”.
Posiblemente pensemos que Jesús ha anulado los Diez Mandamientos con sus dos
leyes de amor: amarás a Dios sobre todo y amarás al prójimo como sí mismo. Sin
embargo, se ha notado como los primeros tres mandamientos tienen que ver con el
amor para Dios y los últimos siete con el amor del prójimo. Podemos decir que se
entienden los Diez Mandamientos correctamente cuando los ponemos como el
mínimo de nuestro amor. En realidad, lo que Jesús ha añadido al Decálogo son dos
cosas. En primer lugar se da a sí mismo como el mejor modelo del cumplimiento de
los mandamientos. (Su amor para Dios Padre es sentido en su oración ferverosa.
Su amor hacia nosotros es aún más palpable en la vista de él colgando en la cruz.)
Sin embargo, el ejemplo de Jesús, tan inspirador que sea, no va a superar el
orgullo y la pereza. Por eso, su segunda añadidura es imprescindible. Jesús nos
imparte al Espíritu Santo para que nunca violemos ninguno de los diez.
Ahora, no menos que en los tiempos bíblicos, necesitamos una comprensión de los
Diez Mandamientos para afrontar los grandes retos sociales. El quinto
mandamiento, “No matarás”, va en contra a las fuerzas promoviendo el aborto y la
eutanasia. No hay prohibición del matrimonio gay en el Decálogo porque este tipo
de unión no era pensable en tiempos antiguos. Sin embargo, vemos en el noveno
mandamiento la presuposición que el matrimonio es entre un hombre y una mujer
y en el cuarto mandamiento al menos la esperanza que produce la prole. De
manera semejante, por el primer mandamiento, que exige la obediencia a Dios ante
el presidente, se les prohíbe a los obispos y párrocos pagar los seguros que
provean anticonceptivos.
“¿Qué significa uno? Uno, yo lo sé. Uno es único Dios”. Así va un juego que los
judíos ocupan en la Cena Pascual para enseñar a los niños las verdades de la fe.
Sigue el juego: “¿Qué significa dos? Dos, yo lo sé. Dos son las tablas de la Ley”. De
manera semejante Dios resume la Ley en Diez Mandamientos para enseñarnos Su
ley. No comprenden todos los preceptos pero les da la base para que, como Jesús,
cumplamos Su voluntad. Sí, es cierto. Siguiendo los Mandamientos, cumpliremos
Su voluntad.
Padre Carmelo Mele, O.P.