COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
Domingo 18 de marzo de 2012
4º domingo de Cuaresma
Evangelio según San Juan 3, 14-21 (ciclo B)
Dijo Jesús: “de la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en
el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en
alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó
tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él
no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él,
no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído
en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al
mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras
eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por
temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme
a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus
obras han sido hechas en Dios".
Perseverar, ser fiel, vivir en la verdad
La Palabra del Señor, sobre todo el Evangelio de San Juan, es tan clara que
nos habla de la luz, de la verdad, nos dice que Jesucristo nos trae la vida
eterna; pero no sólo la vida eterna sino que además nos permite participar
de la Vida Divina aquí y ahora, ¡desde ahora!
No sólo nos va a traer la vida eterna en el futuro, sino que nos permite
participar. ¡Dios nos hace partícipes! Nos hace partícipes a través de la
creación, de la vida, de nuestra existencia y nos hace partícipes de su
divinidad a través del bautismo. Cuando Dios nos bendijo, en el bautismo,
nos hizo santos y nos incorporó al Pueblo Santo de Dios. Nos dio una
bendición extraordinaria y esto es importante porque el Padre Dios nos dio a
su Hijo, y significa, por parte del Padre, de una extraordinaria pasión por el
hombre. Envía a su propio Hijo para que el hombre se salve, crea en Él.
Creer, afirmarse en Él, perseverar, ser fiel, vivir en la verdad, vivir en la luz,
recibir siempre la fuerza de su Palabra, alimentar esa amistad con el Señor,
son todos trabajos espirituales que tenemos que realizar. En algunas partes
se perdió la “cultura del trabajo” y a veces en la Iglesia se perdió la “cultura
del trabajo espiritual”.
Tenemos que buscar de nuevo en la obediencia, buscar y trabajar de nuevo
en la interioridad, con la oración, con la unión mística con Jesucristo, con el
amor a la Iglesia. Tenemos que trabajar sobre las virtudes humanas y
cristianas que nos pueden faltar. La humildad en contra del orgullo; la
fortaleza frente al desánimo; la justicia para el reconocimiento y el respeto
para con nuestros hermanos.
Tenemos que trabajar por el bien común, para que haya valores sociales de
fidelidad, de responsabilidad y de administración. Porque cada uno que ha
recibido algo, un encargo, en la sociedad, tendrá que dar cuentas porque es
administrador y no propietario. Y así en todos los ámbitos a nivel social, a
nivel de gobierno, a nivel institucional; todos nosotros somos
administradores y tenemos que estar prontos a rendir cuentas.
Queridos hermanos, cuando uno está en la luz ve más y también se reviste
de las obras de la luz; pero cuando uno no está en la luz, cuando se aleja de
ella, pierde estabilidad y se desorienta, pierde equilibrio. Es así que los
vínculos empiezan a trastabillar y desdibujarse con respecto a Dios, a la
naturaleza, con las personas, con la familia.
En esta Cuaresma, le pedimos al Señor que tengamos interés de saber que
Dios tiene misericordia para con nosotros, que nos llama a esta amistad con
Él. Y desde la Iglesia tenemos recursos: la Palabra de Dios; una buena
confesión sacramental ante un sacerdote para que Cristo nos absuelva de
nuestros pecados; el propósito de corrección y de enmienda, como se decía
antes; el fortalecimiento de la obediencia y del trabajo para permanecer en
el bien y perseverar en él; el empeño, el compromiso, el involucrarnos, el
hacernos responsables, el trabajar con entusiasmo, con ganas y no vivir
como derrotados, no vivir resentidos ni amargados, y no vivir como
personas que no tienen esperanza.
Que la Cuaresma nos de fuerzas para vivir con el entusiasmo que nos da la
luz de la fe, que nos da la fuerza de la esperanza y nos da la motivación de
la caridad. Al decir de Santa Teresa, este momento no es tiempo de hacerse
ver como imperfectos; es un tiempo para mostrarse como fuertes discípulos
y testigos en el Señor.
Que Dios nos ayude, que Santa Teresa nos de fuerzas para tener pasión por
la Iglesia y que San José nos ayude a vivir como justos en la fe y por la fe
vivir más en justicia.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén