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Día litúrgico: Domingo IV (B) de Cuaresma
Texto del Evangelio ( Jn 3,14-21): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo:
«Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el
Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Él vida eterna ().
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
El lavatorio que nos purifica es el amor de Jesús que llega hasta la muerte
Hoy, Jesús exaltado en la Cruz aparece como salvación para todos los que le miren
con fe. Para entrar en comunión con Dios, el hombre ha de ser "puro". Pero cuanto
más se adentra en la luz, tanto más se siente necesitado de purificación. Por eso
las religiones han creado sistemas de "purificación".
Sin embargo, Jesús ha dado un cambio radical al concepto de pureza ante Dios: no
son las prácticas rituales lo que purifica. La pureza y la impureza tienen lugar en el
corazón del hombre, y la fe es lo que purifica el corazón (cf. Hch 15,5-11). Dicha fe
se debe a que Dios sale al encuentro del hombre (no es simplemente una decisión
autónoma de los hombres).
—El lavatorio que nos purifica es el amor de Jesús que llega hasta la muerte. En la
gran aspiración de la humanidad a la pureza, el Evangelio de Juan —Jesús mismo—
nos indica el rumbo: Él, que es Dios y Hombre al mismo tiempo, nos hace capaces
de Dios.
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