V Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Pautas para la homilia
Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre
La hora de Jesús.
“Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre” . En el evangelio de
Juan la hora es, ciertamente, un momento, un tiempo, pero no uno cualquiera, sino
el tiempo crucial, el de la cruz, que también es el de la glorificación y elevación de
Jesús.
“Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre,
glorifica tu nombre” . El evangelista presenta la hora de Jesús bajo el signo de la
obediencia radical, la misma que permite al autor de la Carta a los Hebreos resumir
el conjunto de la vida de Jesús: “aprendió, sufriendo, a obedecer” (No es que el
sufrimiento haya sido el medio para aprender la obediencia, sino la consecuencia de
ésta).
Toda la historia de Jesús, en efecto, ha sido obediencia a Dios, una aceptación libre
y fiel de su voluntad. Jesús ha hecho de toda su vida un servicio a la causa de su
Padre. Se ha entendido a sí mismo en función del anuncio de la presencia y de la
vocación de crecimiento de la comunidad de hermanos que reconocen a Dios como
el Padre común: una realidad y un proyecto que él llamaba el Reino de Dios.
La obediencia de la muerte de Jesús es la obediencia de su vida entera. Los
intentos de ridiculización, las calumnias, los proyectos de captura, los intentos de
lapidación... esas y otras hostilidades padecidas le permitieron ser muy conciente
del desenlace que conocemos: captura, interrogatorio, juicio, tortura y ejecución.
No hubo, sin embargo, fuerza humana capaz de apartar a Jesús de la causa de su
Padre. Optó por la obediencia total y coherente, la dispuesta a asumir las más
graves consecuencias, aquella que sabe abrazar incluso cruz. Pero fue la lógica de
los poderosos –no la de Dios– la que abocó a Jesús a la muerte. Fueron ellos
quienes le pusieron en la tesitura de tener que elegir entre su propia vida y la
obediencia a Dios y los que, finalmente, acabaron por colgarlo de un madero.
El grano que muere es fecundo.
Jesús se ha entendido a sí mismo en función de su Padre y, por eso mismo, de sus
hermanos. Toda su vida, de hecho, ha sido la del ser-para-los-demás y ha
consistido en un des-vivirse por ellos; des-vivirse para dar vida, para que todos
tengamos vida verdadera, la de los hijos de Dios y hermanos de nuestros
hermanos. El desvivirse de la cruz de Jesús es el desvivirse de su vida entera.
Más aún, Jesús está convencido de que la única forma de dar vida consiste en dar
la propia vida. Por eso dice: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda
infecundo; pero si muere, da mucho fruto” . Un compositor caribeño cantaba: “La
vida no vale nada si no es para perecer por que otros puedan tener lo que uno
disfruta y ama” . Ese es el sentido de la vida y muerte de Jesús: des-vivirse para
dar vida, hacer de la propia vida un servicio a las vidas de los demás. He ahí la hora
de Jesús.
La hora del juicio.
He ahí también la hora del juicio porque “ahora va a ser juzgado el mundo” . Des-
vivirse por los demás es la medida del ser humano. Se ha dicho que él es la medida
de todas las cosas y, en algún sentido, cierto es. También lo es que la medida del
ser humano es la donación de sí mismo porque “está hecho para el don” , como
decía Benedicto XVI en Caritas in veritate . Pilato no era profeta, desde luego, pero
acertó, aunque sin pretenderlo con aquello del “Ecce homo” : Jesús es el hombre
cabal porque ha vivido para su Padre y, por eso mismo, para sus hermanos.
Esa es la vara de medir en cristiano. Sabemos de sobra que se encuentran en
circulación otras pautas de evaluación. No faltan quienes piensen que el valor de
una persona depende de su prestigio, de su riqueza, de su poder, de su vigor, de su
belleza... No es ese el criterio de juicio de los cristianos, por la sencilla razón de que
no es el criterio del Dios de Jesús: el que sólo se ama a sí mismo se pierde, el que
vive sólo para sí mismo vive una vida arruinada. Jesús ganó la vida porque la vivió
para los demás. ¿Estaremos ganándola también nosotros?
Fray Javier Martínez Real
San Gerónimo - Rep. Dominicana
Con permiso de dominicos.org