V DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B
BUSCAR...
Padre Pedrojosé Ynaraja
El paisaje del relato del fragmento evangélico de la misa de hoy, es totalmente
diferente al del domingo pasado. Aquel era un encuentro íntimo, confidencial, aquí
una búsqueda dificultosa en medio de una multitud.
Aunque no lo diga explícitamente, se encontraría Jesús con sus discípulos en el
atrio de los gentiles, esto que yo os decía que, en lenguaje de hoy, se le llamaría el
campus. Estos griegos, gentiles, es decir, sin adhesión a la fe de Moisés, buscaban.
Creo, mis queridos jóvenes lectores, que este detalle es importante. Os
encontraréis con frecuencia que vuestros compañeros “pasan” de inquietudes
religiosas. Son simples consumidores, burgueses de costumbres y cuya única
ambición es no pasarlo mal. Mientras persistan en esta actitud es muy difícil que
progresen. Recuerdo muy bien que Fr Robert de Taizé, me decía un día: te puedes
encontrar con alguien muy diferente a ti. Tú crees en Jesús y a Él quieres acercarte
cada vez más, y buscas cómo conseguirlo. El otro puede ser ateo, pero si busca un
sentido a su vida, no os encontraréis en la Fe, pero caminaréis juntos en la
búsqueda. No desdeñes el encuentro. Atiéndele.
Estos extranjeros buscan y se valen de amigos de Jesús para acercarse, no los
rehúsa. El diálogo seguramente sería en griego. Hoy los autores creen que el
Maestro aprendió esta lengua en Sephoris, mientras trabajaba en labores de
construcción y donde estudiaría también lengua hebrea y las Escrituras, de manera
que se hizo reconocido rabino. Por si no lo sabéis esta población está a 6 Km de
Nazaret y se conservan de ella, hoy en día, preciosos mosaicos. El encuentro
supuso esfuerzo, de ellos para conseguir la entrevista, de Jesús para expresarse en
una lengua que no era la suya. (acordaos que se hizo semejante en todo a los
hombres, excepto en el pecado, por lo tanto, como a nosotros le costaría aprender
lenguas).
La enseñanza de Jesús utiliza el símbolo de la semilla. A los que no somos del
campo, nos parece que no hace falta más que hundir una simiente en un tiesto y
regarla, para que nazca un árbol. En la práctica es diferente. Os contaré lo que me
está sucediendo. Traje de Tierra santa en dos ocasiones muchas bellotas, tal vez
200, sólo una germino. Le pedí a un amigo franciscano, el director de la revista en
papel donde publico, que me enviara un paquete de bellotas recién cogidas de la
encina y las envolviera en un paño húmedo y de inmediato las llevara a correos. De
unas 40, solo veo que han brotado tres, las otras, hoy he retirado la tierra con
mucho cuidado, las he visto enteras, redondas sin deformarse. Sin morir como
gérmenes. No me sirven para nada. Tengo la ilusión de que a las pequeñas encinas
que yo pueda ver, les ponga un letrero que diga que proceden del monte Tabor y la
gente piense en lo que allí paso. Podrán ver el árbol, la bellota se habrá podrido.
Nuestra vocación, nuestra respuesta a Dios no debe esconder ganas de hacer
méritos, recibir medallas y trofeos. Juan el bautista dijo: conviene que Él crezca y
yo disminuya. Nosotros debemos imitarle.
Se hizo en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, vuelvo a repetiros lo
que leemos en Hebreos 4,15. También, pues, sufrió la angustia de la duda. Si el
momento álgido fue en Getsemaní, hoy vemos que también la sufrió en el atrio del
Templo. En el huerto acudió un ángel a consolarle, aquí fue la voz del Padre la que
se manifestó.
Faltaba un tiempo, pero Jesús sabía que se acercaba el momento de su sacrificio y
empezó a morderle el miedo. Estoy seguro de que momentos de angustia y
ansiedad, vosotros, mis queridos jóvenes lectores, también los pasáis. No os
desesperéis, estáis viviendo momentos semejantes a los que vivió el Señor. A quien
me confía situaciones de estas, me gusta entregarle un tronquito de los olivos de
Getsemaní y decirle que lo apriete en su mano y le ofrezca su dolor a Jesús,
deseando consolarle.
Padre Pedrojosé Ynaraja