Comentario al evangelio del Jueves 29 de Marzo del 2012
“Os aseguro que quien hace caso a mi palabra no morirá”. Bueno, pues ya está. Más claro no se puede
decir. Es muy fácil lo que hay que hacer…
Si nos ha faltado algo, durante demasiado tiempo quizás, es ese regusto enorme por escudriñar en los
textos sagrados, en la Palabra de Dios. Nuestros hermanos protestantes nos han precedido en eso. Han
ido reflexionando en común, y en distintos tipos de asambleas, círculos, reuniones, y un largo etc.
sobre esto, que es de vital importancia. Y mucho antes que se convirtiera en un libro necesario de leer
para los católicos, laicos o ministros. Si nos hubiéramos acercado antes a los que se nos comunica con
claridad, puede que no nos hubiéramos confundido tantas veces.
Lo que nos falta es acercarnos a la Palabra, para comer de ella, y después hacerla vida. Hay mucha
gente que dice que Dios no habla hoy. Pero eso es sólo una verdad para aquel que se sitúa en una
premisa no creyente. Dios habla claro, y fuerte, cada vez que lo descubrimos en algún pasaje del
evangelio. Se nos comunica de forma directa, porque las palabras que dice Jesús no son un conjunto de
recetas, un testimonio frío de lo que pasó, sino que constituyen el modo más claro de comunicación del
hombre con Dios, y esto para decirnos de Él.
En las iglesias hay dos mesas: la de la Palabra y la de la Eucaristía. Conviene comer de las dos. A eso
nos invitan cuando vamos a celebrar, con los hermanos, la vida. No es un ritual con el que hay que
cumplir. En él hay una donación que quiere ser vivificante. Y la Palabra, la de Jesús, resulta ser la
materia que nos aporta el discernimiento para saber qué debemos hacer y cómo debemos ser.
Hay una invitación explícita en la lectura: encontrarse con Jesús es abrir el evangelio y hacerlo vida. Y
estamos llamados a ser otros cristos por y para los hermanos.
Pedro Barranco