Comentario al evangelio del Sábado 31 de Marzo del 2012
Terminamos esta semana en la antesala de lo que estaba previsto. Todo quedaba, en el fondo, tejido de
forma tal que era imposible que no sucediera de otra forma. Jesús no tiene miedo a ir desgranando su
realidad íntima, su verdad, aun cuando esto pueda costarle la vida.
El pasaje que se nos presenta está en interconexión con el que se nos ha propuesto en Ezequiel, pero
mientras que en éste parece triunfante, en Jesús es un término cruento.
Nada sucede de forma gratuita, o ligado a una suerte caprichosa, y menos en la vida de Jesús. Hay una
orientación querida y consentida por él. Y hay una obediencia a un plan de su Padre. Jesús sabe que
Dios quiere al hombre hasta el grado máximo de la fidelidad y la cordialidad. Y sabe que no siempre el
amor se comprende, o se asume, o no provoca reacciones adversas. Porque el amor, en Jesús, es
combativo. Se enfrenta al origen del mal, a la opresión, a la injusticia, a la destrucción de la persona…y
esto no deja indiferente a nadie. Y, menos aún, a las instituciones que fomentan la muerte.
Hoy, miles de hombres y mujeres saben eso mismo. Por amor, por puro amor, se enfrentan a
situaciones insostenibles. O han sido asesinados, torturados, humillados, apartados, por eso mismo. Tú
puedes poner ejemplos, el martirologio cristiano está lleno de ellos. Y la vida cotidiana, también.
Ahora mismo está sucediendo en muchos sitios. En el fondo, es mejor que muera uno, o unos pocos,
que se caiga el entramado de injusticia que vivimos.
Todo esto lo vivirá Jesús en su carne, y como antelación. Todo esto lo podemos vivir en su pasión de
forma solidaria. Y podemos también saber qué hay detrás de todo. La misericordia de Dios, su
acercamiento al hombre para recuperarlo de la miseria, es nuestra propia vocación. Por eso no
tememos a los que pueden matar el cuerpo.
Acompañemos al Hombre. Vivamos con Él la certeza de su verdad: el hombre ha sido creado para ser
de Dios, para ser perfecto. Y hemos de tensar la historia, y el universo entero, para conseguirlo.
Pedro Barranco