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Cuando el Amor deja de ser an ó ónimo
Domingo de Ramos, (Mt 26,14-27,66)
1 de abril de 2012
Fin de trayecto. Se concluye la cuaresma. Vemos entrar a Jesús en Jerusalén y con él
nosotros lo hacemos en la Semana Santa, que es la gran semana en la que se concentra el
supremo testimonio del drama de Jesús. Su vida pública de comenz con la escena del
Bautismo en el Jordán. Allí el Padre “present” a su Hijo a los hombres como el bienamado
predilectamente (Lc 3,22). Al final del camino de esa larga subida de Jesús a Jerusalén, otra
vez esos tres protagonistas se reúnen: el Padre bienamante, el Hijo bienamado y la
humanidad tan grande y tan mísera, tan favorecida y tan desagradecida a la vez. Quedan
atrás tantos recodos del camino en los que Jesús pas haciendo el bien. Sus encuentros con
la gente, su peculiar modo de abrazar el problema humano, unas veces brindando sus
gozos como en Caná, otras llorando sus sufrimientos como en Betania; en ocasiones
curando todo tipo de dolencias, o iluminando todo tipo de oscuridad o saciando todo tipo
de hambres, y en otras airado contra los comerciantes en el templo y contra los fariseos en
todas partes.
El Padre pronunciará por última vez su última Palabra , la de su Hijo, y con ella nos
lo dirá todo y todo nos lo dará. El Hijo nos volverá a repetir que lo esencial es el amor con
esa medida sin-medida que Él nos ha manifestado en su historia, el amor que ama hasta el
final, haciéndonos con su propia entrega el mejor de sus comentarios y el más grande
testimonio de que es capaz de pagar con su vida esa vida que nos vino a traer. Y el pueblo
es como es, somos como somos. Ahí estamos nosotros. Unas veces gritando “hosanas” al
Seor, y otras crucificándole de mil maneras, como hizo la muchedumbre judía hace dos mil
aos; unas veces cortaremos hasta la oreja del que ose tocar a nuestro Seor, y otras le
ignoraremos hasta el perjuro en la fuga más cobarde, como hizo Pedro, el discípulo fogoso;
unas veces le traicionaremos con un beso envenenado como hizo Judas, o con un aséptica
tolerancia que necesita lavar la imborrable culpabilidad de sus manos cmplices de la
tragedia, como hizo Pilato; unas veces seremos fieles rabiosamente, tristemente,
haciéndonos solidarios de una causa perdida, como María Magdalena, otras lo seremos con
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo
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la serenidad de una fe que cree y espera una palabra más allá de la muerte, como María la
Madre.
Ese es nuestro drama, ahí nuestra historia. Como Clara de Asís decía a Inés de Praga,
hay un “por ti” en toda esta historia: la pasin de Jesús ha sido “por ti”, como “por ti” fue su
nacimiento en Belén. Con la Iglesia, con todos los cristianos, nos disponemos a re-vivir y a
no-olvidar, el memorial del amor con el que Jesús nos abraz hasta hacernos nuevos,
devolviéndonos la posibilidad de ser humanos y felices. Un amor que no es annimo, sino
que tiene rostro, tiene pasin, tiene verdad.
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo