DOMINGO DE RAMOS, CICLO B
Padre Pedrojosé Ynaraja
La celebración litúrgica de este domingo tiene dos orígenes y dos significados. La
más conocida es la ceremonia de la entrada solemne, precedida por una procesión,
si es posible, portando todos en sus manos ramos. Antes de penetrar en el templo
se han bendecido y se ha leído el relato del hecho que se celebra. De él os voy a
hablar ahora, mis queridos jóvenes lectores.
Jesús, me lo habréis leído otras veces, no se quedaba a dormir en la Capital.
Descansaba en Betania, un pueblecito entonces que distaba unos 4Km de
Jerusalén. Como el camino no va en línea recta, la distancia es superior. En la
actualidad la población es un amasijo de edificaciones, calles, vehículos, rebaños de
ovejas, amenizado por los gritos de los tratantes de ganado y sonoros y estridentes
cláxones. Se ha ido edificando alrededor del núcleo, sin orden ni concierto, hasta
ahogarlo, perdiendo incluso el nombre. Hoy se llama el-´Azariya, en honor del que
fue resucitado por Jesús. La población es musulmana, destacando al lado occidental
dos iglesias. La católica, custodiada por los franciscanos, moderna y emocionante.
De pésima acústica. Existen allí mismo otros recintos de época cruzada, donde uno
goza de silencio, austera edificación y tamaño menor. Por el jardín ve uno algunos
restos de paredes y mosaicos, de época bizantina. Betania es el lugar de la
amistad, como Caná lo es del matrimonio.
Al lado del edificio moderno, pegado a él, pero actualmente con entrada desde la
calle, de propiedad musulmana, está el sepulcro de Lázaro, con muchas
probabilidades de ser el autentico. A continuación, la iglesia ortodoxa. Nunca he
entrado.
A partir del punto descrito sale elevándose lentamente, un camino amplio que en
12 minutos nos permite llegar a Betfagé, el lugar donde, según tradición,
encontraron el borrico. Allí se levanta una iglesia donde, curiosamente, hay un
monolito, decorado con pinturas al fresco, desde el que dicen subió el Señor al
jumento. Lo curioso del caso es que la altura de este prisma rocoso es superior a la
de un tal animal.
Desde aquí el camino, que ya es carretera, se sube, creo que unos 8 minutos, hasta
le cresta del lugar tradicional de la Ascensión. La vista de Jerusalén es
impresionante y la bajada también. Imagino que hasta llegar al Cedrón, se tarda
unos 25 minutos.
Lo que os he contado, es hoy impracticable. Entra Betania y Betfagé se extiende el
muro de la vergüenza, hoy en día, ya acabado. La última vez que lo atravesé, lo
hice por una rendija, más o menos taponada por alambradas y vigilada por un
soldado que no quiso verme. Mi cara y mi porte eran de latino y nada de lo que yo
hiciera le intrigaba, ni le interesaba.
La procesión baja entusiasmada y veloz, aunque no quiera. Nunca he estado este
domingo allí, pero sí que veo a la gente, cualquier día y a cualquier hora, que
desciende ilusionada, parándose únicamente en el lugar de Padrenuestro y en el
gracioso cascarón que es el la iglesita del “Dominus Flevit”.
Esta ceremonia la he visto más de una vez retrasmitida por TV. Es espectacular,
emocionante, entusiasma a todos, como la entrada de Jesús lo fue también. Tal
como los evangelistas nos cuentan, acompañar al Maestro no fue para los
discípulos, comprometedor. Y en estas circunstancias, puede reunirse mucha gente
y creer que es un acto de firme adhesión cristiana. Pero la Fe ciertamente que
entusiasma, pero, que no se olvide, compromete. Al llegar a este punto muchos se
echan atrás, como les ocurrió a los apóstoles poco después, que le abandonaron.
Mis queridos jóvenes lectores, es preciso que hoy os examinéis. ¿sabéis dar la cara
y poneros de parte de Cristo, cuando hacerlo os puede incomodar o exigir? U ¿os
sentís a su lado únicamente cuando resulta inofensiva su compañía?
Vuelvo, como tantas veces, a mencionar las JMJ de Madrid, a las que ya sabéis, iba
sólo y de paisano. Mis credenciales proclamaban que era sacerdote y periodista. Los
entusiasmos que observé, las canciones que por metros y calles próximas al evento
escuche, las hubiera calificado puro jolgorio juvenil, juergas místicas, si cabe, si no
hubiera visitado, comprobándolo visualmente y participado como presbítero, en el
paseo de los confesonarios, administrando el perdón de Dios. Quienes allí acudían,
buscaban demostrar a Dios, que no habían ido simplemente a reunirse y escuchar
sermones, oi más de una vez: mi vida era así, pero al estar ahora en las JMJ quiero
cambiar…
La segunda parte de la liturgia de este domingo, está centrada en la Eucaristía
dominical, precedida por la lectura de la Pasión del Señor. Lo comentaré cuando
escriba mi mensaje para el Viernes Santo.
Padre Pedrojosé Ynaraja