La noche del Sabado Santo: La Vigilia Pascual.
Padre Pedrojosé Ynaraja
Durante la vida, en diversas ocasiones, se nos anuncia un acontecimiento
importante. Señalamos la feche en el calendario, calculamos lo que falta,
compremos los billetes, si exige un desplazamiento porque ocurrirá lejos, se
compra comida especial si van a venir invitados, o se prepara una jornada austera,
un lugar decente y sobrio, si lo que pasa es triste.
El gran acontecimiento cristiano es la Pascua, culminación del Triduo Sacro.
Empieza el jueves por la noche, recordando y celebrando la Santa Cena y la oración
en el huerto de Getsemaní. El viernes la liturgia es muy sobria y en la práctica
personal debería ser un día de ayuno y silencio. Como ocurre en una familia cuando
muere algún miembro. En realidad el dolor desgana y el alboroto irrita el alma. El
sábado, es el día del aburrimiento. Recordamos, sin ninguna celebración litúrgica, la
soledad de Jesús en el sepulcro. A medida que cae el día y se acerca la noche, la
expectativa nos debe dominar. El solo deseo de que llegue la aurora, da sentido a
la noche que se avecina.
Así como cuando a uno le invitan a una fiesta, acude a ella aportando algo para
compartir y alegrar a la comunidad, deberemos acercarnos a la iglesia con un cirio
cada uno, algo que aportar a la liturgia: pan ázimo, vino, manteles, agua de
calidad, cirios decorativos, huevos de Pascua decorados, flores… También hay que
pensar en los demás, cada uno es ducho en algo. Hay quien sabe hacer galletas,
otros preparar bebidas, tal vez ofrecer alguna infusión agradable y exótica, o
regalar una manualidad graciosa…
Con este estado de ánimo, y pertrechados de estas cosas quisiera veros, me
contentaré con imaginaros, mis queridos jóvenes lectores.
A nadie se le ocurre preparar una verbena que dure unos minutos o un festival de
poco más de una hora. A todos nos gusta compartir, sin mirar el reloj. La
expectativa acelera la alegría. Vuelvo, como tantas veces, a las JMJ de Madrid. Ver
aquella juventud, con su picnic en una mano, la botella de agua en la otra y la
sonrisa en los labios, bajo unos ojos soñadores, era un espectáculo inigualable.
Todos llegaban a Cuatro Vientos muy pronto, nadie pensaba en cuando acabaría
aquella vela. Todos miraban a su alrededor, para ver si descubrían a algún conocido
y saludarlo. Todos querían compartir con amigos, compañeros o desconocidos. No
existían los grupitos que ignorasen a los demás. Era una imagen magnifica de la
Iglesia joven y peregrina.
A la vela pascual que celebraréis, mis queridos jóvenes lectores, ciertamente que
no asistirán tantos como los que estábamos en Madrid. Pero el espíritu debe ser el
mismo. Físicamente no seréis tantos, espiritualmente, que es realidad real también,
seremos muchos más. Pensad en los diferentes continentes, id recordando a
cristianos de otros lugares que sabéis que también están reunidos. Calculad
cuantos millones. Como la tierra gira, empieza la fiesta en Oriente y va
desplazándose hacia Occidente, algo así como la ola olímpica, per a lo grande. Yo
también pensaré en vosotros.
Como las leyes de protección de la naturaleza no nos permiten encender hogueras,
nosotros, dentro de la iglesia, tenemos un bello recipiente con alcohol y sal. Se
apagan todas las luces. Es la noche del sepulcro, la noche de la ausencia de la Fe
de tantos hombres de hoy. Por un momento pensad en ellos. La oscuridad es una
imagen de la ausencia de Fe. Se enciende el alcohol que ilumina tenuemente, como
los esfuerzos de tantos que buscan orientación y luz. Brillando el Cirio Pascual,
encendéis los vuestros. Cambian los rostros, dais luz a los demás, brota la sonrisa,
tal vez también la risa, Ya se distingue todo en el recinto, el tono de las llamas de
los cirios, tiene la alegría que la del recipiente carece. Vuestras luces se unen a las
de los demás, e iluminan gratuitamente a todos. Nadie dice esta iluminación es
mía.
El pregón es una pieza de una gran belleza, tal vez no la apreciéis, no os
preocupéis. Las lecturas se van sucediendo, señalando hitos de la historia. Porque a
lo nuestro de hoy le precedieron las fiestas de la luna de primavera ¿habéis visto lo
guapa que está estos días?. Nuestros hermanos mayores, cuando sufrían
humillante servidumbre en Egipto, en una noche como esta, fueron liberados. En el
desierto tomaron conciencia de sí y supieron que eran los predilectos del Señor.
Posteriormente, los profetas, unas veces animando, otras exigiendo, estimulaban al
pueblo. Y la historia avanzaba a su paso y ritmo.
Maduró el tiempo, llegó a su plenitud. Se hizo presente Dios entre nosotros. Su
vida, alejada de triunfos deportivos o éxitos económicos, sorprendió y todavía
sorprende. Su muerte, nadie la esperaba, pese a que tantas veces la había
anunciado. Fue la gran prueba. ¡mira que poner la ilusión y la esperanza en un
ajusticiado, se dirían muchos!. Costó descubrir el valor positivo que para toda la
humanidad supuso aquella ejecución aparentemente ignominiosa, realmente
salvadora.
La lectura evangélica proclama: HA RESUCITADO. Os propongo que si no lo hacíais
hasta ahora, lo empecéis a practicar. Aplaudid frenéticamente, contagiosamente,
cantad el aleluya que más os guste, tocad campanillas…
Hay que acordarse del Dios que nos ha traído tanta suerte. Rezamos con las
palabras que Él mismo nos enseñó. Partimos el Pan y lo compartimos, tambien el
Vino. Es una nueva dimensión de su presencia.
Ofrecer vuestros dones al altar, ofrecer a los demás lo que habéis traído..
Padre Pedrojosé Ynaraja