EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la segunda semana de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 5,17-26.
Intervino entonces el Sumo Sacerdote con todos sus partidarios, los de la secta de
los saduceos. Llenos de envidia,
hicieron arrestar a los Apóstoles y los enviaron a la prisión pública.
Pero durante la noche, el Angel del Señor abrió las puertas de la prisión y los hizo
salir. Luego les dijo:
"Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida".
Los Apóstoles, obedecieron la orden, entraron en el Templo en las primeras horas
del día, y se pusieron a enseñar. Entre tanto, llegaron el Sumo Sacerdote y sus
partidarios, convocaron al Sanedrín y a todo el Senado del pueblo de Israel, y
mandaron a buscarlos a la cárcel.
Cuando llegaron los guardias a la prisión, no los encontraron. Entonces volvieron y
dijeron:
"Encontramos la prisión cuidadosamente cerrada y a los centinelas de guardia junto
a las puertas, pero cuando las abrimos, no había nadie adentro".
Al oír esto, el jefe del Templo y los sumos sacerdotes quedaron perplejos y no
podían explicarse qué había sucedido.
En ese momento llegó uno, diciendo: "Los hombres que ustedes arrestaron, están
en el Templo y enseñan al pueblo".
El jefe de la guardia salió con sus hombres y trajeron a los Apóstoles, pero sin
violencia, por temor de ser apedreados por el pueblo.
Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9.
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor;
que lo oigan los humildes y se alegren.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió
y me libró de todos mis temores.
Miren hacia él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El Angel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en él se refugian!
Evangelio según San Juan 3,16-21.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree
en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no
ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las
tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras
sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga
de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
Comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II
Encíclica «Dives in misericordia», § 7 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)
"El que cree en mi no morirá, sino que obtendrá la vida eterna"
¿Qué nos está diciendo pues la cruz de Cristo, que es en cierto sentido la
última palabra de su mensaje y de su misión mesiánica? Y sin embargo ésta no es
aún la última palabra del Dios de la alianza: esa palabra será pronunciada en
aquella alborada, cuando las mujeres primero y los Apóstoles después, venidos al
sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera:
«Ha resucitado». Ellos lo repetirán a los otros y serán testigos de Cristo resucitado.
No obstante, también en esta glorificación del hijo de Dios sigue estando
presente la cruz, la cual —a través de todo el testimonio mesiánico del Hombre-
Hijo— que sufrió en ella la muerte, habla y no cesa nunca de decir que Dios-Padre,
que es absolutamente fiel a su eterno amor por el hombre, ya que «tanto amó al
mundo —por tanto al hombre en el mundo— que le dio a su Hijo unigénito, para
que quien crea en él no muera, sino que tenga la vida eterna».
Creer en el Hijo crucificado significa «ver al Padre», (Jn 14,9) significa creer
que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda
clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en
ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es ésta la dimensión
indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico
de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo
que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede
hacerle «perecer en la gehenna" (Mt 10,28).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”