EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la Octava Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,36-41.
Por eso, todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes
crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías".
Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los
otros Apóstoles: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?".
Pedro les respondió: "Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo
para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo.
Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que
están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar".
Y con muchos otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se
pusieran a salvo de esta generación perversa.
Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos
alrededor de tres mil.
Salmo 33(32),4-5.18-19.20.22.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
Evangelio según San Juan 20,11-18.
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se
asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies
del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado
a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que
era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde
lo has puesto y yo iré a buscarlo".
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir
"¡Maestro!".
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a
mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de
ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le
había dicho esas palabras.
comentario del Evangelio por
San Máximo de Turín (?-v. 420), obispo
CC Sermón 39a; PL 57, 359
«Ve a buscar a mis hermanos y diles: Subo al Padre mío y Padre vuestro»
Después de la resurrección, María Magdalena buscó al Señor en la tumba,
olvidó su promesa de regresar de los infiernos al tercer día, lo imaginó preso en la
tierra... Una fe humilde e ignorante busca lo que no sabe, olvida al que le enseñó;
es pronta para venerar, pero su creencia es imperfecta. Se preocupa de las heridas
que el Señor llevó en su carne, pero duda de la gloria de su resurrección. Llora
porque ama a Cristo, se aflige por no haber encontrado su cuerpo; imagina muerto
al que ya reinaba...
Le reprochamos pues a la bienaventurada María, haber sido demasiado lenta
en creer (Lc 24, 5s); reconoció al Señor, un poco tarde. Por eso el Salvador le dice:
" No me toques, porque todavía no he subido al Padre "... Es decir, ¿por qué deseas
tocarme, tú que, buscándome entre las tumbas, no crees que subí cerca de mi
Padre, tú que, buscándome en el lugar de los muertos, dudas que haya regresado
al cielo; tú que, buscándome entre los muertos, no te esperas verme vivir cerca de
Dios, mi Padre? "Todavía no he subido al Padre ", dice, es decir: para ti todavía no
he subido al Padre, yo que, según tu fe, estoy retenido para siempre en la tumba...
El que quiere tocar al Señor debe primero, por fe, colocarle a la derecha de
Dios; su corazón, más bien que buscarle entre los muertos, debe situarlo en el
cielo. El Señor sube hacia el Padre, él que sabe estar siempre en el Padre... "El
Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios " (Jn 1,1)... San Pablo nos enseña
cómo buscar nosotros también al Salvador en el cielo, diciendo: "Buscad las cosas
de arriba, allí dónde está Cristo, sentado a la derecha de Dios".
Y para hacernos olvidar completamente la búsqueda a ras de tierra de María,
añade: "Desead las cosas de arriba, no las de la tierra" (Col 3,1-2). No es pues en
la tierra, ni bajo la tierra, ni según la carne, donde debemos buscar al Salvador, si
queremos encontrarlo y tocarlo, sino en la gloria de la majestad divina.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”