Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Octava de Pascua,
Lunes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos
testigos * Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. * Comunicad a mis hermanos
que vayan a Galilea; allí me verán
Textos para este día:
Hechos 2,14.22-33:
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la
palabra: "Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos
bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el
hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros,
signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por
Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la
muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el
corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me
entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado
el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia."
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo
enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía
que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente
suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la
corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó
a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo
ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo."
Salmo 15:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; / yo digo al Señor: "Tú eres mi bien." /
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, / hasta de noche me instruye internamente. /
Tengo siempre presente al Señor, / con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón, / se gozan mis entrañas, / y mi carne descansa
serena. / Porque no me entregarás a la muerte, / ni dejarás a tu fiel conocer la
corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia, / de
alegría perpetua a tu derecha. R.
Mateo 28,8-15:
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro;
impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto,
Jesús les salió al encuentro y les dijo: "Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron
ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a
mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán."
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y
comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los
ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma,
encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo
mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo
ganaremos y os sacaremos de apuros." Ellos tomaron el dinero y obraron conforme
a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
Homilía
Temas de las lecturas: Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos
testigos * Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. * Comunicad a mis hermanos
que vayan a Galilea; allí me verán
1. Sentido de la Octava Pascual
1.1 Hemos abierto ayer con toda solemnidad las celebraciones de la Pascua.
Extasiados por la luz de la gloria, nuestros ojos saludan la alegría de la vida nueva,
como se saluda un amanecer, o como quien pudiera estar junto a Dios el primer día
de la creación. Aunque es mayor la fiesta que celebra nuestra Madre, la Iglesia,
pues sin comparación el orden de la redención rebasa y trasciende al orden mismo
de la creación cuanto la gracia sobrepasa a la naturaleza.
1.2 Hay fiesta en la Iglesia y en todo nuestro ser. Los oídos se reponen del largo
ayuno del "aleluya", y santamente se desquitan cantando una y otra vez con el
salmo: "¡este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo!". Pero
más grande aún es el alimento que esperan y por eso se abren atentos a la Palabra
Divina, que de tantos modos y con tantos testimonios quiere esclarecer nuestro
entendimiento para que el reinado de Jesús, el Vencedor, tenga sólido trono en el
alma de los creyentes.
1.3 Por eso, hermanos, unámonos al regocijo universal y, ebrios de fe y de
esperanza, dediquemos estos días de la grande Octava de Pascua al ejercicio santo
de contemplar y mejor amar a nuestro Divino Redentor. Si tanto nos encogió el
corazón verle así destrozado en la Cruz, "que ni siquiera parecía humano" (Is
52,14), ahora, por razón de justicia, nos corresponde abrir el alma y dejarla volar
en pos de su Adorable Dueño y Señor. Tal es el sentido de este Domingo de ocho
días, de este Domingo inmenso, de este Domingo santo, solemne y grande, que se
llama "Octava de Pascua".
2. Pascua y Pentecostés
2.1 La primera lectura de hoy nos transporta del principio al final del tiempo
llamado "pascual". Este tiempo litúrgico empieza con la Solemnidad misma de la
Pascua y se prolonga hasta Pentecostés. Pues bien, precisamente desde el día de
Pentecostés nos alcanza la palabra del apóstol Pedro: "A Jesús de Nazareth, que
conforme a los planes y propósitos de Dios, fue entregado, ustedes lo mataron,
crucificándolo por medio de hombres malvados. Pero Dios lo resucitó, liberándolo
de los dolores de la muerte, porque la muerte no podía tenerlo dominado".
2.2 Sin Pascua no hay Pentecostés, porque Cristo dijo: "si no me voy, el Paráclito
no vendrá para estar con ustedes" (Jn 16,7). Pero sin Pentecostés no es posible
recibir ni entender el misterio de la Pascua, pues dijo Cristo también: "Cuando
venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a la verdad completa... El Paráclito
mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a conocer a
ustedes" (Jn 16,13.14).
2.3 Así entendemos el vínculo íntimo entre el ascenso de Cristo desde el seno de la
tierra, que se celebra en Pascua y el descenso del Espíritu desde el seno del Padre,
que se celebra en Pentecostés. Cristo envía al Espíritu, y el Espíritu trae a nosotros
el misterio, la presencia y la gracia de Cristo.
3. Las dos versiones
3.1 Bien quisiéramos que el gozo de la Pascua a todos llegara y en todos se
quedara para siempre; pero no puede ser así. Bien quisiéramos que la alegría del
perdón fuera el lenguaje universal y el canto único en este día, pero por ahora no
será así. Junto a la "buena nueva", que hoy inicia su carrera, una "mala nueva",
una "nueva perversa" se apresta ya a correr, en satánica competencia con el vuelo
del Evangelio de Cristo.
3.2 Es lo que nos cuenta el pasaje del evangelio de hoy. Un testimonio
contradictorio —soldados dormidos que aseguran lo sucedido en su sueño— es la
única base de la primera mentira con que el enemigo del género humano quiere
hacer guerra a la gran verdad del amor divino manifiesto en la resurrección de
Cristo.
3.3 Corren así desde el mismo día dos versiones, una cierta y otra engañosa, una
verdadera y otra mentirosa, que quieren ser dueñas de nuestro corazón. La versión
de los apóstoles se alimenta del testimonio inmediato de aquellos que vieron la
tumba vacía y se encontraron con el Resucitado; la versión de los sumos sacerdotes
se alimenta del engaño urdido por el temor y el odio. La versión genuina cuenta con
el poder del Espíritu Santo; la espuria, con el poder del dinero y las argucias
humanas. La primera trae la noticia novedosa del perdón; la segunda, la noticia
repetida de la envidia. Ahora hemos de escoger.