COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
Domingo 08 de abril de 2012
Domingo de Pascua
Queridos hermanos, ¡es verdad, Cristo ha resucitado! ¡Aleluya,
alegrémonos! ¡El Señor está vivo! ¡El Señor está presente! ¡Al Señor lo
reconocemos! ¡En Él creemos! ¡Feliz Pascua de Resurrección para cada uno
de ustedes, para sus familias, para las parroquias, para las comunidades,
para toda la sociedad y el mundo entero! ¡Cristo vino para todos, murió por
todos, para traer a todos la Salvación! ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Evangelio según San Juan 20, 1-9 (ciclo B)
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro,
Maria Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba,
y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Seor, y no sabemos dnde lo han
puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los
dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó
antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llego Simón Pedro, que lo seguía, y entro en el sepulcro; vio las
vendas en el suelo y también el sudario que había cubierto su cabeza; éste
no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entro el
otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: El también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la escritura Él debía resucitar de
entre los muertos.
“¡Animo, levantemos nuestras cabezas, porque ahora vivimos como
resucitados!”
La muerte no tuvo la última palabra; la muerte fue vencida y
consiguientemente fue vencido el pecado. Cristo, el Cordero Inmaculado, sin
gemir, sin gritar, sin pronunciar palabra, cargo el pecado del mundo; nadie
le quitó la vida sino que Él la entregó. El Padre le pidió este sacrificio que,
por amor al Padre y a la Humanidad, Cristo aceptó este cáliz, aceptó la
ignominia del juicio, la mentira del juicio, la burla del juicio, y se “someti” a
la voluntad de los hombres.
La primera verdad de fe, real y más profunda que todo ser humano puede
decir es que lo eterno es para siempre, y que Cristo –que es lo eterno-, este
verdadero Dios y verdadero hombre, este Hijo de Dios e Hijo de María
Virgen, vive siempre, vive por siempre, vive para siempre. Y Él nos participa
a nosotros de esta vida de resurrección, de esta vida especial; y nosotros
participamos de la muerte y la resurrección a través del Bautismo.
Por eso la Pascua, el paso de Dios, la vida del Dios vivo, del Dios de vivos y
muertos, toca muy entrañablemente y se une a nuestro bautismo. Si Cristo
ha resucitado, también nosotros tenemos que vivir como resucitados. De allí
la importancia que, desde la fe, entendamos para que, desde la fe,
actuemos. Entender para actuar. Entender para obrar. Creer -dándonos
cuenta- que Cristo está vivo, que El vive en nosotros y nosotros tenemos
que obrar co-responsablemente.
Es el salir de Cristo y el salir nuestro. Salir de las tumbas; de las tumbas de
la oscuridad, del pecado, de las miserias, de lo lúgubre, de la mentira, del
doblez de vida, de la injusticia, de la corrupción, del no-amor, del odio, de la
violencia, de las discriminaciones, del egoísmo, de las múltiples formas que
comprometen y enajenan la verdadera realidad.
¡Salir de las tumbas!, ¡salir del pecado!, para ir al servicio del amor y a
gritar con alegría que Cristo nos hace felices; gritar que Cristo está vivo y
no está muerto; que han sido vencidos el odio, el pecado y la muerte; que
nosotros podemos vivir de esta manera, resucitados. Y que la Iglesia es el
lugar, el espacio, donde se afirma que Él es el Señor Resucitado.
La verdad de la Resurrección debe ser vivida, también, por todos nosotros.
Por eso es alegría, es entusiasmo, es cercanía, es no tener miedo y es vivir
una vida donde la Resurrección es el centro de nuestra vida. Por lo tanto si
Cristo, el Resucitado, es centro de mi vida, yo no puedo vacilar ni vivir de
otra manera.
¡Hay de mí si no anuncio!
¡Hay de mí si no vivo!
¡Hay de mí si no creo!
¡Hay de mí si no lo sigo!
Porque Cristo, con su Resurrección, es el Señor de la historia, es el Señor de
la Vida, es el Señor de los pueblos; y nosotros tenemos que seguirlo porque
siguiéndolo tendremos vida y “vida en abundancia”
¡Feliz Pascua de Resurrección!
¡Animo, levantemos nuestras cabezas, porque ahora vivimos como
resucitados!
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén