La noche del Sabado Santo: La Vigilia Pascual
Segunda Lectura: Rm 6, 3-11 “Cristo, una vez resucitado de entre
los muertos, ya no muere más”
La Resurrección de Jesucristo es el misterio más importante de nuestra fe
cristiana. En la Resurrección de Jesucristo está el centro de nuestra fe cristiana y de
nuestra salvación. Por eso, la celebración de la fiesta de la Resurrección es la más
grande del Año Litúrgico, pues si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra
fe… y también nuestra esperanza.
Al alba del primer día después del sábado, como narra el Evangelio, algunas
mujeres van al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús que, crucificado el
viernes, rápidamente había sido envuelto en una sábana y depositado en el
sepulcro. Lo buscan, pero no lo encuentran: ya no está donde había sido sepultado.
De Él sólo quedan las señales de la sepultura: la tumba vacía, las vendas, la
sábana. Las mujeres, sin embargo, quedan turbadas a la vista de un “joven vestido
con una túnica blanca“, que les anuncia: “No está aquí. Ha resucitado”.
En efecto, la tumba vacía es un testigo silencioso del acontecimiento central
de la historia humana: la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Durante casi
dos mil años la tumba vacía ha dado testimonio de la victoria de la Vida sobre la
muerte. Con los Apóstoles y los evangelistas, con la Iglesia de todos los tiempos y
lugares, también nosotros damos testimonio y proclamamos: “¡Cristo resucit! Una
vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene ya
seorío sobre él” (cf. Rm 6, 9).
El apóstol san Pablo nos presenta del modo completo esta verdad en la carta
a los Romanos, en la segunda lectura que hemos escuchado: “Los que por el
bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el
bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue
despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en una vida nueva” (Rm 6, 34).
Estas palabras nos llevan al centro mismo de la verdad cristiana. La muerte
de Cristo, la muerte redentora, es el comienzo del paso a la vida, manifestado en la
resurreccin. “Si hemos muerto con Cristo -prosigue san Pablo-, creemos que
también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los
muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rm 6, 8-9).
¡Oh sublime misterio de esta Noche Santa! Noche en la cual revivimos ¡el
extraordinario acontecimiento de la Resurrección! Si Cristo hubiera quedado
prisionero del sepulcro, la humanidad y toda la creación, en cierto modo, habrían
perdido su sentido. Pero Tú, Cristo, ¡has resucitado verdaderamente!
Este acontecimiento central en nuestra vida cristiana, no es algo que
podamos dejar atrás, y nos olvidemos de él, sino que es un hecho que hemos de
hacer vida, no debemos cansarnos nunca de buscar a Cristo resucitado, que da la
vida en abundancia a cuantos se encuentran con él. Encontrarse con Cristo significa
descubrir la paz del corazón, como confirma la experiencia de tantos convertidos.
Las mismas mujeres del evangelio, después del temor inicial, experimentan una
gran alegría al encontrarse con el Maestro vivo (cf. Mt 28, 8-9). Acogiendo y
vivamos en nuesto corazón, en casa y en la familia el gozoso mensaje de la Pascua:
“Cristo, una vez resucitado, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre
él. Aleluya” (Antífona de comunin).
Sí, queridos Hermanos y Hermanas, Jesús está vivo y nosotros vivimos en Él.
Para siempre. He aquí el regalo de esta noche, que ha revelado definitivamente al
mundo el poder de Cristo, Hijo de la Virgen María, que nos fue dada como Madre a
los pies de la Cruz. .
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)