La Pascua de Cristo es nuestra esperanza.
2012-04-08
Evangelio
Del santo Evangelio según san Marcos 16, 1-7
Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé,
compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer
día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se
decían unas a otras: «¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?» Al
llegar, vieron que la piedra y estaba quitada, a pesar de ser muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado
en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: «No se espanten.
Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha resucitado.
Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a
Pedro: “Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como Él les dijo”». Palabra
del Señor.
Oración introductoria
Señor Jesús, por tu resurrección sé que estoy llamado a resucitar, para eso es la
vida, para eso he sido creado. Te suplico que seas Tú la luz en mi camino y, en este
momento de oración, ayuda a mis sentidos para que sepan recogerse en el silencio
interior y exterior, para poder aspirar a contemplar tu gloriosa resurrección.
Petición
Jesús, que sea un testigo fiel y luminoso de tu resurrección.
Meditación
La Pascua de Cristo es nuestra esperanza.
«Nosotros, resucitados con Cristo mediante el Bautismo, debemos seguirlo ahora
fielmente con una vida santa, caminando hacia la Pascua eterna, sostenidos por la
certeza de que las dificultades, las luchas, las pruebas y los sufrimientos de nuestra
existencia, incluida la muerte, ya no podrán separarnos de él y de su amor. Su
resurrección ha creado un puente entre el mundo y la vida eterna, por el que todo
hombre y toda mujer pueden pasar para llegar a la verdadera meta de nuestra
peregrinación terrena. “He resucitado y estoy siempre contigo”. Esta afirmación de
Jesús se realiza sobre todo en la Eucaristía; en toda celebración eucarística la
Iglesia, y cada uno de sus miembros, experimentan su presencia viva y se
benefician de toda la riqueza de su amor. En el sacramento de la Eucaristía está
presente el Señor resucitado y, lleno de misericordia, nos purifica de nuestras
culpas; nos alimenta espiritualmente y nos infunde vigor para afrontar las duras
pruebas de la existencia y para luchar contra el pecado y el mal. Él es el apoyo
seguro de nuestra peregrinación hacia la morada eterna del cielo» (Benedicto XVI,
13 de abril de 2009).
Reflexión apostólica
«La Buena Nueva de Cristo se propagaba con esperanza y alegría contagiosas, de
persona a persona, de mujer a marido, de padres a hijos, de esclavos a señores, de
señores a amigos y conocidos. Convertirse a la fe significaba compartirla,
comenzando por la propia familia. Cada cristiano era un apóstol; cada comunidad
cristiana, una llama viva de la Iglesia. Porque la fuerza del amor es incontenible»
(Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 6).
Propósito
Poner especial atención a la convivencia familiar, para que este día esté
caracterizado por la alegría.
Diálogo con Cristo
Jesús, qué alegría poder celebrar la Pascua de Resurrección, con júbilo festejo que
has vencido el miedo al sufrimiento y a la muerte... y todo para enseñarme un
estilo de vida que me puede llevar a la plenitud el amor. ¡Gracias! ¡Gracias!
¡Gracias! Rebosa mi corazón de esa auténtica emoción que da una paz inigualable.
Confío que no se apagará por los problemas y contrariedades que hoy se puedan
presentar, sé que depende de mi actitud porque tu gracia lo hace posible.
«Con la resurrección de Cristo, la muerte y el mal han sido derrotados para
siempre. De esta resurrección surge toda la esperanza y confianza del hombre en
su camino de santidad»
( Cristo al centro, n. 738)