DOMINGO DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR. CICLO B
( Jn. 20, 1-9)
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer,
cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr
y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería
Jesús, y les dijo: -«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos
dónde lo han puesto. » Salieron Pedro y el otro discípulo camino del
sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que
Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las
vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él
y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le
habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en
un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había
llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían
entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
CUENTO: EL GUSANO Y LA MARIPOSA
Había una vez un gusano que iba por el campo. Era de color blanco con
puntitos verdes en la espalda. Nadie lo quería porque decían que era muy
feo y repugnante. El pobre gusano se arrastraba muy triste por el suelo.
Cuando llegaba a una planta, todos los insectos que había en ella se
burlaban de él. No encontraba a nadie que le hiciera compañía, o quisiera
jugar con él.
La única distracción que tenía era subirse a lo alto de un árbol y ver volar a
las mariposas. Daría cualquier cosa por volar como ellas. Se pasaba allí
horas y horas observándolas. Pero cuando bajaba al suelo, volvía a
encontrarse con las mismas burlas e insultos de siempre. Cansado de todo
esto, decidió subirse a lo más alto de un árbol para que nadie pudiera
encontrarlo. Nunca más volvería a bajar al suelo.
Un día, una mariposa se puso a descansar en la rama donde estaba él. Éste
se acercó hacia ella y comenzaron a hablar. Al final, se hicieron muy
amigos. Y desde entonces, pasaban largos ratos hablando y estando juntos.
Después de un tiempo, el gusano le hizo esta pregunta:
- ¿Por qué has querido ser mi amiga si nadie me quiere por lo feo y
repugnante que soy?
Y la mariposa le respondió:
- Lo que importa para ser amigos, no es cómo eres por fuera, sino lo buena
persona que eres por dentro.
El gusano estaba muy contento porque había encontrado un amigo de
verdad. Estaba tan feliz que, una noche, mientras estaba durmiendo en lo
alto de su árbol, su cuerpo comenzó a transformarse. A la mañana
siguiente, se había convertido en una mariposa bellísima, como nunca se
había visto. Cuando su amiga mariposa vino a verle, y vio lo que le había
ocurrido, se alegró mucho y le dijo:
- Ahora has sacado hacia fuera la belleza y lo buena persona que antes eras
por dentro.
Y las dos mariposas se pusieron a volar juntas. Desde ese momento, cada
vez que veían a un gusano triste en lo alto de alguna rama, bajaban y se
ponían junto a él. Y se volvía a repetir la misma historia.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un
pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús
resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está
conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de
paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera.
Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a
que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han
conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, queden olvidados
para siempre.
Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá
pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar. Por fin
podremos ver a los que vienen en pateras llegar a su verdadera patria.
Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas
personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos,
personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día
conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del
Padre: "Entra para siempre en el gozo de tu Señor".
Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre
un "Dios oculto" del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus
abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en
Jesús.
Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un
mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los
últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino.
Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a
medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra
torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se
perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por
amor.
Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las
experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en
las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente,
quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta
que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.
Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas
increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: "Yo
soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del
manantial del agua de la vida". Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no
habrá gritos ni fatigas porque todo eso habrá pasado.