I semana de Pascua (Octava de Pascua)
Con permiso de dominicos.org
Introducción a la semana
Con los ecos del pregón de la Vigilia Pascual se abre el foco más importante de
la vida creyente: el domingo de los domingos, el Día del Señor por antonomasia:
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. Celebración que prolonga su
eco toda la semana en lo que conocemos por Octava de Pascua, que no es otra
cosa sino ampliar la quietud contemplativa ante luz tan grande y profunda:
Jesús resucitado.
En esta semana, y en todo el tiempo pascual, tendremos oportunidad de seguir
la acción del Espíritu en la primera comunidad. Lectura más que estimulante
para los creyentes que andamos buscando la mejor forma de testificar la mejor
razón de nuestra vida: Cristo Jesús, vencedor de la muerte, la fuerza de nuestra
esperanza. En la mesa de la Palabra del Domingo ya tenemos la pauta de toda la
semana: discurso de Pedro, declaración paulina de la resurrección del Señor y el
agradecido testimonio de la apostolorum apostola, María Magdalena que ve el
sepulcro vacío.
El lunes abre la octava pascual con otro discurso de Pedro pronunciado con todo
desparpajo para decir la resurrección de Jesús, palabras que se prolongarán en
el martes pascual. El evangelio del lunes prolonga el regreso de las mujeres del
sepulcro vacío. El evangelio del martes subraya el hecho de que María
Magdalena ha visto al Señor.
Pedro y Juan están el miércoles cerca del templo y a un impedido ofrecen lo que
tienen: la fuerza del nombre del Señor; y el evangelio nos presenta el camino de
Jerusalén a Emaús, con afortunada vuelta para proclamar que Jesús resucitó. Es
hermoso saber que los hermanos cuando comparte la fe ofrecen las mejores
claves para asumir la luz resucitada. El asombro de la gente al observar al
paralítico curado da pie a Pedro a dirigirse en la primera lectura del jueves a los
presentes para hablarles del autor de la vida, y el evangelio constata las
consecuencias de reconocer al Señor al partir el pan.
Las reacciones de todo tipo a las palabras de Pedro, adhesión y rechazo, las
recibimos en el viernes pascual, en tanto que el evangelio nos narra el prodigio
de la pesca abundante cuando se echan las redes en nombre del Señor. Se
cierra la semana con la insólita iniciativa de prohibir a Pedro y a Juan hablar en
nombre de Jesús, no secundada por los apóstoles; el evangelio, a su vez, incide
en la presencia del Maestro tras la resurrección en la vida de la comunidad.
El día en que actuó el Señor, con duración litúrgica de una semana, es y será
nuestra alegría y nuestro gozo. ¡Que la bendición pascual llegue a todos!
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)