III DOMINGO DE PASCUA. Ciclo B
PAZ A USTEDES
La Palabra: "Soy yo en persona; un fantasma no tiene carne y huesos como ven
que yo tengo" (evangelio).
1. La fe en la resurrección de Jesús no es una fantasía. Es el encuentro con una
persona, con un acontecimiento, con una forma de vivir y de morir que permite
mantener la paz y la confianza en medio de tantas dificultades que cierran el
horizonte. Hay en la existencia humana situaciones y problemas que nos quitan la
paz: en el ámbito personal, en la convivencia con los otros, y hasta en nuestra
relación con los otros cristianos. La enfermedad nos acecha por todas las esquinas,
el sufrimiento nos deprime, la injusticia y la violencia desfiguran nuestra sociedad y
la muerte nos amenaza como una sombra negra. Encontrarnos personalmente con
Jesucristo resucitado es respirar y celebrar la victoria sobre todos estos males que
ahora nos apenan. Como aquellos primeros discípulos no acabamos de creer "por la
alegría".
2. El Resucitado es el mismo que murió en la cruz, que recorrió las aldeas de
Galilea curando enfermos y dando confianza, que surcó muchas veces el lago de
Galilea y comió con sus discípulos peces asados. En la encarnación la humanidad se
divinizó y la divinidad se humanizó. Lo divino y lo humano ya no son separables. La
fe cristiana o encuentro con el Resucitado ya no lleva consigo la separación o
abandono de lo humano, sino más bien nueva forma de mirar a la humanidad. Con
amor y con esperanza.
3. El mirar de Dios es amar, y ese amor es apuesta a favor de la vida para todos
hasta entregar la propia vida. Es lo que percibimos en el acontecimiento Jesucristo,
Dios-con-nosotros hasta la muerte en la cruz. El evangelio sugiere que la muerte y
la resurrección de Jesús tuvieron lugar "según está escrito en la ley de Moisés y en
los profetas". Pero ¿qué es lo que está escrito? Que Dios origina y acompaña
siempre a la humanidad, que es su protector, que continuamente impulsa desde
dentro para que esa humanidad llegue a su destino: la plenitud de vida. Un Dios
capaz de llamar a las cosas que no son para que sean y de dar vida a los muertos;
un Dios que se mantiene fiel a sus promesas: la resurrección de Jesús confirma y
sella esta revelación de Dios.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net