Domingo de Pascua o Domingo de la Divina Misericordia, Ciclo B.
Segunda Lectura: 1Juan 5,1-6
Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo
En torno a la fe en el resucitado y la institución del sacramento del
Sacramento del Perdón de los pecados, hoy celebra la Iglesia la Fiesta de la Divina
Misericordia, como hemos cantado en el salmo: “La misericordia del Señor es
eterna” (Sal 117).
La Divina misericordia nos llama siempre a reconciliarnos con Dios para que
recobremos el amor y la vida de Dios, perdidos por el pecado mortal. Desde estas
dos fuentes, la misericordia y el perdón de Dios, adquiere un significado especial
para nosotros el vibrante comienzo de la epístola de la misa de hoy: “Todo lo que
ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe” (1Jn 5,4).
San Juan nos recuerda que el que ha nacido de Dios es el que vence al
mundo. No se trata necesariamente aquí de victorias mesurables según nuestros
criterios humanos. La victoria en Cristo implica un cambio de corazón, una
percepción de la realidad terrena desde la óptica de la eternidad y una fe en la
victoria definitiva sobre la muerte. Nuestra fe es la que vence al mundo, asociada al
poder transformador del amor de Dios.
El tema fundamental de este fragmento de san Juan es doble: la
fundamentación del amor en la fe y la fundamentación de la fe en el testimonio
sobre Jesús. Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios, nos lleva a adherirnos a la persona
de Jesús, haciéndolo el centro de nuestra vida y la razón de nuestro existir. Y el que
cree vence al mundo, porque si se cree, se cumple los mandamientos. A este precio
la fe hace de los cristianos vencedores del mundo. La fe es fuerza victoriosa.
Por tanto, el que cree que Jesús es el Cristo, nace de Dios, ama a Dios y en
consecuencia a los hijos de Dios, cumple los mandamientos. Los temas de la fe y
del amor aparecen con frecuencia y en íntima conexión. “…Amémonos unos a
otros… todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…” (vs. 4, 7); “quien cree
que Jesús es el Mesías ha nacido de Dios” (vs. 5, 1a). San Juan nos lleva, pues, de
la fe a la práctica.
La victoria de Cristo es un tema querido para san Juan; si creemos en la
persona de Cristo Jesús, participamos en su victoria. El vencedor del mundo es el
que cree que Jesús es el Hijo de Dios. Y debemos añadir nosotros, según el mismo
san Juan: y vive de acuerdo con su fe. Esta fe no sería posible en medio de las
contradicciones, creyendo una cosa y haciendo otra. San Agustín dice que “…quien
ama a los hijos de Dios ama al Hijo de Dios, y quien ama al Hijo de Dios, ama al
Padre. Nadie puede amar al Padre, si no ama al Hijo, y quien ama al Hijo ama
también a los hijos de Dios…”
La segunda lectura, es, por tanto, una maravillosa descripción de nuestra
vida cristiana: quien cree que Jesús es el Mesías ha nacido de Dios, es hijo de Dios
(v 1a); ama a los hermanos, hijos de un mismo Padre (1b-2); observa los
mandamientos (v 3); y vence al mundo, porque la victoria con que se ha vencido al
mundo es nuestra fe (v 4).
Jesús es nuestra fe, como Jesús es nuestra vida, nuestro pan, nuestra
palabra… Jesús lo es todo para nosotros. Y nosotros no somos nada sino en Jesús.
Estas afirmaciones sobre Jesús y el cristiano nos lleven a una conclusión: Jesús es
el cristiano y el cristiano es Jesús. Es decir, la existencia cristiana debe ser la forma
sensible de la presencia de Jesús en el mundo. Si creemos y nos adherimos a Jesús
como Palabra y como luz que iluminaba nuestra vida, nuestra fe nos llevará a la
victoria, como una tarea, como una apuesta que hay que llevar hasta las últimas
consecuencias en el hoy de cada día de nuestra vida. Así, nosotros venceremos al
mundo en Jesús. Pero la victoria de Jesús no está hecha. Hay que llevarla adelante
cada día.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)