Comentario al evangelio del Lunes 16 de Abril del 2012
El tiempo de Pascua es el tiempo más apropiado para la celebración de los sacramentos, tiempo para
celebrar el Bautismo. Y el texto del evangelio de hoy nos sitúa justamente en esta perspectiva. ¿Qué es
sino el Bautismo más que “nacer en Cristo” a una vida nueva?
Nicodemo seriamente interesado por Jesús, aparece en escena como representante del judaísmo docto,
pero no quiere que sea conocida su simpatía por Jesús. Por eso acude a él de noche. Reconoce algo
misterioso en la persona de Jesús, pues le dice que “nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios
no está con él.» Jesús acepta su buena disposición pero le advierte que eso es insuficiente; es necesario
un cambio radical: " hay que nacer de nuevo". Hay que aceptarle como el enviado del Padre y eso
requiere el “nuevo nacimiento” que realiza el Espíritu Santo en todo el que acepta a Jesús como su
Señor.
Y es ese mismo Espíritu el que hace avanzar el anuncio de la Palabra a pesar de todas las amenazas,
prohibiciones y castigos físicos, como leemos en el texto de los Hechos de los Apóstoles. Visto con la
perspectiva de dos mil años de historia, es admirable contemplar el coraje de aquellas primeras
pequeñas comunidades cristianas que se reunían en las casas para compartir la Palabra y el Pan. Hoy el
texto nos recuerda que estando reunidos, experimentan como un segundo Pentecostés –“el lugar en que
estaban reunidos tembló”. ¡Qué frescura, qué apertura la de estas primeras comunidades!
Jesús no quiere una comunidad de envejecidos por la rutina, por eso nos invita a “nacer de nuevo”. Es
el Espíritu el que abre la mente y el corazón hacia nuevos horizontes.
Y es ese “nacer y renacer” de cada día nuestra tarea más bella en este tiempo de Pascua: la vida que
empuja incontenible al cristiano para ser testigo de Jesús el Señor que vive para siempre.
Carlos Latorre, cmf