Comentario al evangelio del Viernes 20 de Abril del 2012
En la primera lectura de hoy me han impresionado estas palabras: “Los apóstoles salieron del Sanedrín
contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús”. Me pregunto cómo es posible sufrir
y estar contento; y más difícil aún, cómo es posible sufrir injustamente, siendo inocente, y estar feliz.
La explicación de todo es la culminación de la frase: “por el nombre de Jesús”. Sí, Jesús es su fuerza y
llena su corazón. Además no se sienten solos, porque toda la comunidad está con ellos. Y este
sufrimiento es semilla de nuevos cristianos.
El milagro de la multiplicación de los panes que nos narra el evangelio, se hace realidad también hoy
día en infinidades de comunidades cristianas. Muchos defectos tiene nuestra iglesia, pero nadie le
podrá echar en cara que dé de comer y socorra a tantos y tantos pobres y necesitados. Y es ahí en el
servicio a los pobres donde resuena siempre la voz de Jesús que nos llama a hacer lo mismo: entregar
nuestra vida al servicio de los más abandonados de la sociedad.
Os cuento el testimonio de Massimiliano
El episodio sucedió el 19 de agosto 2000 en Roma con ocasión de la XV Jornada Mundial de la
Juventud ante dos millones de jóvenes reunidos en la Vigilia de oración con el Santo Padre Juan Pablo
II.
Massimiliano, nacido en Roma, confesó que había nacido en una sociedad «donde todo se puede
comprar» y «en la que tengo todo». “Tengo una familia unida, en casa no me falta de nada, tengo
estudios en la Universidad, tengo asegurado mi puesto de trabajo. No he conocido la guerra ni las
deportaciones ni el control de la libertad como muchos de los jóvenes que aquí están... Me considero
un joven privilegiado. Pero un día leyendo el Evangelio de Jesús encontré estás palabras que me
impresionaron muchísimo, las palabras que Jesús dijo al joven rico: “Una cosa te falta, vende todo lo
que tienes y dáselo a los pobres...” Era cierto, ME FALTABA EL AMOR A LOS POBRES”.
Massimiliano sintió en lo más profundo de su corazón esta misma invitación a dar lo que tenía a los
pobres y a seguir a Cristo. Con otros amigos va cada semana al encuentro de los pobres de Roma y de
este modo este joven busca seguir a Jesús en el siglo XXI.
Radiante de felicidad dijo: “Procuro hacerme amigo de ellos: ellos ya conocen mi nombre y yo
conozco el nombre de algunos de ellos. Y todo esto no lo hago yo sólo, pues estoy con un grupo de
amigos que tienen los mismos ideales que yo”.
Carlos Latorre, cmf