Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR
Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia
Homilía de S.E. Cardenal Julio Terrazas Sandoval
Domingo 15 de Abril de 2012
II Domingo de Pascua/Domingo de la Divina Misericordia, Ciclo B
Basílica Menor de San Lorenzo Mártir
Amadísimos hermanos y hermanas:
La lluvia muchas veces causa alegría en los que están esperando para sus cosechas
y siembras, pero a veces también trae penas a los que no tienen las comodidades
necesarias. Después de esta fuerte lluvia de anoche, quisiéramos llegar con esa
palabra de Señor a los que están contentos, para que acepten la palabra de la vida
que invita a solidarizarse con los otros y esta palabra del Señor que debe llegar a
todos los que sufren por las lluvias, inseguridades y por tantas enfermedades y
maldades que se van cultivando. Quisiéramos que esta palabra llegue al corazón
como un llamado urgente a recrear nuestro espíritu en el espíritu de la Pascua.
Desde que celebramos la pascua el domingo pasado y renovamos nuestras
promesas bautismales, hemos aceptado que Él es el centro de nuestra vida y que
creer en Cristo crucificado es el mejor y más grande regalo de Dios nuestro Padre.
Creo que no tenemos derecho a hacernos a un lado.
Felices los que creen sin haber visto. En ese grupo estamos nosotros, el grupo de
los discípulos vieron al Señor resucitado y creyeron con dificultades, con dudas, con
temores; Y nosotros estamos en los que no vemos, podemos imaginarnos entonces
que estamos expuestos a mayores dificultades, que estamos expuestos fácilmente
a encerrarnos por miedo, estamos expuestos a hacer de nuestras sociedades,
sociedades que no oyen, no miran, que nos sienten el clamor de aquellos que
buscan libertad y vida.
Hoy tenemos motivaciones para abrir nuestro corazón. La vacunación de nuestros
niños en todo el país, con ese gesto de generosidad de los encargados de salud en
todo el país, de decir que se ponen a disposición de todos nuestros niños.
Este es un signo de la Pascua, esto es un signo de vida, no podemos dejarlo pasar
sin tomar nuestras responsabilidades, habrá que abrir las puertas del encierro en
que nos encontramos por los temores que se encuentran y salir a encontrarnos con
el Dios de la vida.
Otro motivo de alegría es el aniversario natal del Santo Padre (Benedicto XVI) el día
de mañana. De todas partes del mundo han comenzado a llegar al Santo Padre los
deseos de felicidad que los necesita, necesita esa felicidad para sobrellevar la carga
de la responsabilidad de la Iglesia en todo el mundo en medio de descontentos, de
furias reconcentradas, en medio de mentiras prefabricadas y divulgadas con una
facilidad espantosa, hacen que el servicio del Santo Padre merezca de nosotros
como comunidad cristiana, nuestro apoyo y nuestra oración.
Eso también es manifestar la Pascua. La cruz la llevamos pero no todo termina en
el sepulcro, termina en la resurrección. Esta Paz que el Señor nos trae quisiéramos
que con urgencia llegue a todos los rincones de nuestro país, que ha celebrado la
Semana Santa con tanto entusiasmo y que no puede fácilmente olvidar que la paz
de Cristo ha sido sembrada entregando Él su vida para que en nuestros grupos se
busque la vida autentica, no la vida ficticia, la vida pasajera, la vida de ilusiones,
sino la vida en la que todos estamos llamados a comprender la grandeza del Dios
que nos acompaña.
Y porque no decirlo también, quisiéramos que esta paz llegue en abundancia a
nuestros hermanos y hermanas de Tarija. Que la paz del Señor reine en todos, que
la paz del Señor sea buscada por todos, que la paz del Señor lleve a la solidaridad,
que la paz del Señor abra los corazones de todos para que entendiéndonos entre
todos, tengamos las soluciones que animan a caminar y no soluciones que estacan
las búsquedas de vida.
El evangelio es claro mis hermanos, los discípulos estaban encerrados, todos juntos
pero encerrados “con las puertas cerradas” dice el evangelio “por miedo”. Esta es la
primera figura que tenemos que salvar, el grupo cualquiera sea su nombre, cuando
se encierra por miedo difícilmente abre su puerta para el otro, se encierra en su
egoísmo y su maldad.
El resucitado entra sin tocar la puerta, entra y la primera palabra que les dice es
“La paz este con todos ustedes”. Esa paz que durante siglos se nos dice y se nos
habla en la Biblia que era como el sueño de nuestro Dios. Los pueblos que vivan en
paz, que trabajen por la paz; hoy viene el Señor a repetirnos también a nosotros
“La paz sea con ustedes” la paz que es amor dado por Dios, la paz que purifica y
que muestra toda la bondad, toda la misericordia de nuestro Dios. Hoy que en
tantos lugares se vuelve a mirar al Señor de la misericordia tenemos que pensar en
este saludo.
La Paz es para todos no para aquellos que se creen santos y sabios, no para
aquellos que pasan su tiempo buscando de qué condenar o que hacer para encerar
a aquellos que no piensan como ellos en lugares donde no puedan vivir ni puedan
expresarse.
La paz es Don de Dios, no es un proyecto humano. La Paz que el Señor quiere
sobrepasa los deseos de paz de los pueblos humanos, los pueblos gritan paz desde
hace muchísimos siglos y siguen comprando armas para luchar, pelear y matar.
Dios se pone en nuestro corazón para decirnos: Ustedes buscan la paz de Dios,
pero esa paz de Dios también purifica, borra todo aquellos que nos impide unirnos.
Y el Señor lo va hacer de forma dramática, aquí tiene mis llagas, aquí tiene mis
costados, mírenlo. Y los discípulos se alegraron dice el texto.
Esa experiencia de tocar con nuestros dedos las heridas de los clavos en las manos
y en los pies del Señor. Esa experiencia de meter nuestra mano en el costado
abierto del Señor es la que produce paz. Porque allí esta jugada nuestra vida, allí se
encuentra la fuente de nuestra comunidad, allí tenemos que beber los gestos de
solidaridad de los que se hablan constantemente. Allí tenemos que darle raíces
profundas para que no sea un entretenimiento más en el que hacer de nuestros
días.
Y al decirles que miren sus heridas, el Señor les da la misión. No basta encontrar e
al resucitado y alegrase hay que trabajar, es una invitación a abrirnos. Reciban al
espíritu Santo, reciban a aquel que es la verdad, es la vida, reciban y llévenlo y
gocen de su presencia, llévenlo a los otros.
Los pecados serán perdonados, a los que ustedes les perdonen y serán retenidos
aquellos que a los que ustedes les retengan. Ahí está mis hermanos, un signo para
decirle a los discípulos que no se queden ahí sino que repitan lo que Él hizo. ¿Por
qué lo han calumniado tanto al Señor? ¿Por qué siempre se han burlado de Él? ¿Por
qué lo llevaron delante de las autoridades injustas? ¿Por qué lo hicieron condenar
con quienes no tenían derecho de exponer la vida? ¿Por qué Él decía: te perdono
los pecados, te perdono todo, porque mi padre es amor, es perdón y es
misericordia y yo he venido a eso, a hacer la voluntad de mi padre.
Les toca a ustedes queridos amigos salir ahora con la fuerza del espíritu, y salir a
sembrar lo mismo que yo he sembrado para que no les falte a ninguna generación
la palabra que levanta, que alienta, que ayuda a salir de las oscuridades y de las
tinieblas.
Y quizá la figura de tomas nos ayude a comprender algunas actitudes también
nuestras. Tomás no estaba, dice el texto, y cuando los otros le avisaron que vieron
al Señor el dice: Mientras yo no lo vea, mientras yo no ponga mis dedos en sus
heridas y mi mano en su costado, no creeré.
Por eso es que el Señor se aparece a los ocho días y, al primero que le dice es a
Tomas, ven aquí están mis llagas, aquí está mi costado y no seas incrédulo. Y
tomas dice Señor mío y Dios mío y lo reconoce como su Dios.
Ahí está haciendo Tomas un gesto de purificación que el Señor le pide y le exige, no
puedes poner condiciones para amar, no es lícito que tú digas: No creo mientas no
toque esto. Tenemos que tener un camino de fe y adhesión al Señor que no pasa el
camino de las cosas pasajeras, aunque sean maravillosas. El camino es directo, el
camino es el encuentro con el Señor, el camino no necesita de otras cosas sino que
nosotros lo caminemos y vayamos a encontrarnos con Él.
Es ahí que el Señor termina diciendo: Tomás su crees porque has visto, felices los
que creen aún sin ver.
Hermanos y hermanas este es el llamado del Señor. Aquí está la fuerza de la
pascua, no la busquemos en otros espacios. La Paz conseguida por medio del odio,
de la violencia, del rencor, no es paz duradera porque siempre suscita espíritu de
venganza. La paz que queremos llena de vida y de amor en nuestro pueblo, no se
consigue con amenazas inútiles, o cercenado la paz y cercenando la vida.
Queremos mis queridos hermanos, que en nuestro pueblo se sienta un solo espíritu
o como nos dice el libro de los hechos: Los creyentes tenían una sola alma y un
solo espíritu. Bolivia después de la Pascua, nuestra Iglesia en Bolivia después de la
Pascua ¿tiene un solo corazón y una sola alma? Es la pregunta que hoy el Señor
nos hace, para que avancemos y sigamos buscando lo que necesitamos. Ese grito
del Señor “La paz sea con ustedes” se sigue oyendo en nuestras Iglesias y
felizmente el Santo Padre actual es uno de los hombres que desde que inició su
servicio pastoral, siempre habló de la paz y habló para que nadie se deje mentir por
nadie, habló de las exigencias de una paz como espacio para realizar nuestra
convivencia humana y buscar nuestro desarrollo para todos.
Por eso es que nos alegra poder decir al Señor: Te pedimos por el Santo Padre
porque él es la voz, tu voz; En sus labios nos llega cada día: La paz del Señor este
con todos ustedes.
Esto exige un poquito de tranquilidad y humildad. Reconocer que no son nuestros
esfuerzos ni nuestros mecanismos y medios los que crean la paz verdadera, sino
que es el Señor, el Señor de la paz y la justicia que puede iluminar nuestro
caminar, que puede hacernos cada vez más responsables de todos y puede
ayudarnos a provechar las circunstancias para que la vida en nuestros niños y
adolescentes sea una vida tranquila, para que la vida en todos los hogares cause
alegría y no temor. Que en toda nuestra sociedad sintamos el mandato y la
presencia del Señor que desde dentro nos manda con una misión especial: Abran
las puertas para recibir a los otros, para escuchar a los otros, para caminar con los
otros. Esa es la pascua que el Señor desea para su pueblo. AMEN.