III Domingo de Pascua, Ciclo B.
Segunda Lectura: I Juan 2,1-5
“Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los
del mundo entero”
San Juan nos ha dicho en la segunda lectura: “Tenemos a un abogado ante
el Padre: a Jesucristo, el justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados,
no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero” (1 Jn 2, 1-2).
Tenemos un abogado ante Dios. ¡Su nombre es Jesucristo, el justo!
Cristo es la víctima propiciatoria por los pecados de los hombres: El es
víctima de propiciación por nuestros pecados (1 Jn 2,2); ha sido puesto por Dios
como instrumento de propiciación por su propia sangre (Rom 3,25). La satisfacción
dada por Cristo incluye una auténtica expiación. Somos salvados en su sangre
derramada.
Por consiguiente, del santo y definitivo sacrificio de Cristo en la Cruz se
hacen partícipes todos aquellos que llegan a tener verdadera contrición y
aceptación de la penitencia por sus crímenes, aquellos que con firmeza decidieron
no repetir en adelante sus maldades, sino que perseveran con constancia en el
inicial propósito de las virtudes. Sobre lo cual, san Juan se expresa en estos
términos: Hijos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguno peca,
tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de
propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los
del mundo entero.
Si realmente el Misterio Pascual ha llegado a lo íntimo de nuestro corazón, lo
evidenciará nuestra renuncia real al pecado y nuestra fidelidad amorosa a la
Voluntad divina. El cristianismo propone una regla de conducta: reconocer su
pecado y aceptar el ser aceptado por alguien en esa situación de pecado. Saberse
pecador y aceptar el depender no de su orgullo, no de un rito tranquilizante, sino
de alguien que pueda ayudar a encontrar un medio de superar el pecado. Aceptar el
ser perdonado y vivir en ese estado nuevo. Eso es la confesión de los pecados.
En la Segunda Lectura (1 Jn. 2, 1-5) San Juan nos habla del arrepentimiento
y del perdón de los pecados. Importante hacer notar cuál es la condición para
recibir el perdón de los pecados. Esa condición, no se refiere a la gravedad de las
faltas, por ejemplo. No se nos habla de que unas faltas se perdonan y otras no,
como si algunas faltas fueran tan graves que no merecerían perdón. Se nos habla,
más bien, de una sola condición: arrepentirse, volverse a Dios. Es lo único que nos
exige el Señor.
Por supuesto, el estar arrepentidos tiene como consecuencia lógica el deseo
de no volver a ofender a Dios, lo que llamamos “propósito de la enmienda”. Pero,
sin embargo, si a pesar de nuestro deseo de no pecar más, volvemos a caer, el
Señor siempre nos perdona: 70 veces 7 (que no significa el total de 490 veces) sino
todas las veces que necesitemos ser perdonados.
¿Realmente tenemos conciencia de lo que significa esta disposición continua
del Señor a perdonarnos? ¿Nos damos cuenta del gran privilegio que es el sabernos
siempre perdonados por El? ¿Medimos, de verdad, cuán grande es la Misericordia
de Dios para con nosotros que le fallamos y le faltamos con tanta frecuencia?
“Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del
mundo entero” La Redención compendia todo el misterio de Cristo, y constituye el
misterio fundamental de la fe cristiana, el misterio de un Dios que es Amor, y se ha
revelado como Amor en el don de su Hijo cual víctima de “propiciación por nuestros
pecados” (1Jn 4, 8-10)..
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)