IV DOMINGO DE PASCUA B
Hech. 4,8-12; Sal.117; 1Jn.3,1-2; Jn. 10,11-18
"Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en
cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al
lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado,
no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis
ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y
doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral
y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y
un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me
la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla:
este es el mandato que recibí de mi Padre".
En la presente semana, Cuarto Domingo de Pascua, celebramos la Solemnidad del
“Buen Pastor”, en este día, la Iglesia invita a todos sus hijos a unirse a Cristo en
oración para pedir al Padre que envíe obreros a sus mies porque se celebra la
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Esto quiere decir que en este
domingo la Iglesia, exhorta a todos los fieles a orar en especial por las vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada, y a los jóvenes a escuchar y acoger la
invitación de Cristo y de sus discípulos a ser apóstoles y testigos del Evangelio,
para así poder dejar todo -carrera, bienes, trabajo, proyectos personales- por
anunciar el Reino de los Cielos.
El Papa Benedicto XVI expresa lo siguiente: La fuente de todo don perfecto es
Dios Amor -Deus caritas est-: «quien permanece en el amor permanece en Dios y
Dios en él» (1 Jn 4,16). La Sagrada Escritura narra la historia de este vínculo
originario entre Dios y la humanidad, que precede a la misma creación. San Pablo,
escribiendo a los cristianos de la ciudad de Éfeso, eleva un himno de gratitud y
alabanza al Padre, el cual con infinita benevolencia dispone a lo largo de los siglos
la realización de su plan universal de salvación, que es un designio de amor. En el
Hijo Jesús –afirma el Apóstol– «nos eligió antes de la fundación del mundo para que
fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor» (Ef 1,4). Somos amados por
Dios incluso “antes” de venir a la existencia. Movido exclusivamente por su amor
incondicional, él nos “cre de la nada” (cf. 2M 7,28) para llevarnos a la plena
comunin con Él (Benedicto XVI, Mensaje para la XLIX Jornada Mundial de
Oración por las Vocaciones 2012).
El Evangelio de la presente semana se puede dividir en tres partes así profundizar
en su contenido. En la primera parte, podemos observar la contraposición que se da
entre el pastor y el asalariado. El buen pastor consagra toda su vida a Dios, acto
que se expresa en el servicio de cuidar a las ovejas. El asalariado, que para San
Juan representa a los malos pastores, es aquel que vive para sí mismo. Es aquel
que se preocupa de las ovejas en la medida en que le otorgarán un beneficio, es
aquel a quien poco le interesa el bien de las ovejas. Se debe decir como dice San
Len Magno: hay un único pastor, y los pastores (sacerdotes), son pastores en
el único Pastor: Aquel que se configura con Cristo Buen Pastor.
El buen pastor es una figura bíblica que nace de la observación y la experiencia.
Durante mucho tiempo, Israel fue un pueblo de pastores y los textos del Antiguo
Testamento confirman la tradición de la época de los patriarcas y de las
generaciones sucesivas. El pastor que cuida atentamente el rebaño y lo conduce a
verdes praderas, se convierte en la imagen del hombre que guía y está al frente de
una nación, siempre solícito de lo que le suceda. El buen pastor, por lo tanto, será
el que transmite el amor de Dios.
El siervo de Dios Juan Pablo II nos dice: En ese conocido texto, Cristo se
presenta no solamente como Pastor, sino también como «la puerta de las ovejas».
Él es el Pastor verdadero, a diferencia de tantos otros que antes que Él se habían
presentado como pastores, pero que eran solamente mercenarios o salteadores. El
Señor entra por la puerta del redil, esto es, viene como enviado del Padre, como
revelador de sus misterios y trae consigo la verdad entera, mostrando el camino de
la verdadera vida. Por eso Jesús se comporta como los buenos pastores: conoce a
sus ovejas una por una, en su situación concreta, las llama por su nombre, y las
ovejas reconocen su voz y le siguen. El camina delante de las ovejas para
mostrarles el camino, para prevenir los peligros, para defenderlas del lobo o del
salteador (Juan Pablo II, Homilía, 4 de febrero de 1985).
La segunda división que podemos hacer de este Evangelio, es presentar la relación
ente el pastor y la oveja. Ya los profetas del Antiguo Testamento, como Amós y
Oseas, comparan la relación de Dios con su pueblo con la relación de un esposo con
su esposa. El hecho de que en el evangelio se repite por cuatro veces el verbo
«conocer», está significando que el conocimiento del buen pastor hacia sus ovejas
es el de una relación muy íntima y amplia que se comprende: de la inteligencia al
corazón, de la comprensión al amor y del efecto a la acción. De esta manera,
cuando Cristo dice: «Yo las conozco» está expresando que su conocimiento es total,
porque Él, al encarnarse en la Virgen María y al asumir nuestra naturaleza humana,
acoge esta realidad de conocimiento profundo de la realidad del hombre, porque Él
se hizo hombre para que nosotros, unidos a Él, podamos llegar al Padre. Porque
Cristo vino para llevarnos al Padre; por ello se entiende con gran profundidad
cuando dice: yo doy mi vida por las ovejas.
La tercera división, que podemos hacer de este evangelio está situada entre los
versículos 17 y 18, donde se contempla que la misión del pastor es universal, para
todos los hombres, porque Cristo ha muerto en la cruz por todos. Como dice en el
Evangelio de San Juan: «...cuando yo sea elevado en lo alto atraeré a todos hacia
mí...». Podemos relacionar esta figura del buen pastor con el grano de trigo que si
no muere no da fruto. La misión de Cristo como pastor no sólo tiene que ver con las
ovejas dispersas de la casa de Israel, sino que es una misión universal, dirigida a
todos los hombres, creyentes o no, porque hay un solo pastor a través del cual la
humanidad entera puede alcanzar la unidad y la salvación. El Papa Benedicto XVI
nos dice: la actitud del rebaño hacia el Buen Pastor, Cristo, es presentada por el
Evangelista con dos verbos específicos: escuchar y seguir. Estos términos designan
las características fundamentales de aquellos que viven el seguimiento del Señor.
Ante todo la escucha de su Palabra, de la que nace y se alimenta la fe. Sólo el que
está atento a la voz del Señor es capaz de valorar en su propia conciencia las
decisiones justas para actuar según Dios. De la escucha deriva, por tanto, el seguir
a Jesús: se actúa como discípulo después de haber escuchado y acogido
interiormente las enseanzas del Maestro, para vivirlas cotidianamente
(Benedicto XVI, Ángelus, 15 de mayo de 2011).
Esta semana, Solemnidad del Buen Pastor, pidámosle a Dios para que muchos
jóvenes llamados a la vida cristiana escuchen la voz de Dios, a través del Buen
Pastor y, como los apóstoles, se queden con Cristo anunciando el Evangelio y que el
Señor nos de la Gracia para escuchar la voz del Pastor y seguirlo, como dice San
Juan: mis ovejas escuchan mi voz y me siguen.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar