“EL HUMANISMO Y LA CASTIDAD”
Carta de Monseñor Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas
para el cuarto Domingo de Pascua (29 de Abril 2012)
En este cuarto Domingo de Pascua, la Iglesia celebra la Jornada mundial por las Vocaciones. En
especial por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Por eso este domingo es llamado el
domingo del Buen Pastor. El Evangelio que leemos (Jn. 10,11-18), nos dice: “Yo soy el buen pastor, y
conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí”. Desde ya, antes como ahora, estas palabras eran bien
recibidas por unos que se convertían a Jesús, y a otros los escandalizaba y generaba polémicas…, el texto
termina diciendo: “Se produjo otra vez una divisin entre los judíos por estas palabras…” ( Jn. 10,19).
El Papa como es habitual nos envía un mensaje para esta jornada en donde nos habla sobre: “La
confianza en la iniciativa de Dios y la respuesta humana”.
En varias oportunidades en este tiempo pascual hice referencia a la necesidad de tener una experiencia
de encuentro con Cristo Resucitado para poder captar que nuestra vida está cargada de sentido. Quizá esta
expresión nos sirva para entender que solo desde la fe podemos tener una comprensión profunda de temas
como la vida, la familia y el matrimonio, la Iglesia y su misión, el sacerdocio y el celibato. Desde una
visin materialista que “solo” comprende al hombre desde lo fisiolgico e instintivamente, difícilmente se
puedan entender estos valores como un “don de Dios”, como un regalo e instrumento de servicio a la
humanidad y al bien común. Desde una antropología materialista por supuesto el matrimonio monogámico,
el amor humano profundo, comprometido y para siempre, y el celibato serán considerados como algo
antinatural.
Reducir el celibato a una mera imposición de la Iglesia es de hecho una falta de respeto a la inteligencia
y al mismo Cristo que era el “sumo y eterno Sacerdote”, “célibe”, que dio su vida por todos nosotros y que
Él mismo recomendó, a los textos bíblicos que tienen una profunda valoración al celibato y a la castidad
por el Reino de los cielos, así como los Padres de la Iglesia, doctores y pastores desde el inicio apostólico y
hasta el presente.
El unir el celibato y el sacerdocio ministerial es una opción por una mayor radicalidad evangélica hecha
por la Iglesia desde su potestad y respaldada por la Palabra de Dios y el testimonio de los santos y tantos
hombres y mujeres que a lo largo de la historia desde este don, y aún desde sus fragilidades trataron y
tratan de donarlo todo en exclusividad a Dios y a su pueblo. Los malos ejemplos y aún nuestras propias
limitaciones no invalidan el aporte de tantos que antes y actualmente dan su vida por los demás.
El Papa en su mensaje para esta jornada señala: Estas dos expresiones del único amor divino han de
ser vividas con especial intensidad y pureza de corazón por quienes se han decidido a emprender un
camino de discernimiento vocacional en el ministerio sacerdotal y la vida consagrada; constituyen su
elemento determinante. En efecto, el amor a Dios, del que los presbíteros y los religiosos se convierten en
imágenes visibles –aunque siempre imperfectas– es la motivación de la respuesta a la llamada de especial
consagración al Señor a través de la ordenación presbiteral o la profesión de los consejos evangélicos. La
fuerza de la respuesta de san Pedro al divino Maestro: «Tú sabes que te quiero» ( Jn 21,15), es el secreto de
una existencia entregada y vivida en plenitud y, por esto, llena de profunda alegría.
La otra expresión concreta del amor, el amor al prójimo, sobre todo hacia los más necesitados y los
que sufren, es el impulso decisivo que hace del sacerdote y de la persona consagrada alguien que suscita
comunión entre la gente y un sembrador de esperanza. La relación de los consagrados, especialmente del
sacerdote, con la comunidad cristiana es vital y llega a ser parte fundamental de su horizonte afectivo. A
este respecto, al Santo Cura de Ars le gustaba repetir: «El sacerdote no es sacerdote para sí mismo; lo es
para vosotros».
Este fin de semana rezamos en la Iglesia por las vocaciones sacerdotales y religiosas, con “la confianza
en la iniciativa de Dios y la respuesta humana”. El mismo Seor nos dijo que imploremos porque la mies o
el trabajo es mucho y los operarios son pocos. Desde ya damos gracias a Dios porque Él sigue obrando el
llamado y la respuesta de muchos jóvenes a consagrase a Dios y a sus hermanos. Responden al llamado
porque creen en el Amor.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo Domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas