COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
29 de abril de 2012 - 4º Domingo de Pascua
Domingo del Buen Pastor- Jornada Mundial de Oración por las
Vocaciones
Evangelio según San Juan 10, 11-18 (ciclo B)
Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las
ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata
y las dispersa.
Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí
-como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las
ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo
también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo
Pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.
Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y
de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".
La vocación es para amar más
Hermanos: Jesucristo es el Buen Pastor que se identifica por su autoridad.
¿Por qué tiene autoridad? Porque nos ama no sólo con su palabra sino con
su vida, porque dio su vida por nosotros. Y dio la vida hasta el final. A tal
punto que fue obediente al Padre a quien le pidió que, de ser posible,
cambiar el cáliz para no beberlo; pero el Padre le pide y el Hijo obedece en
la fe. El Hijo acepta y obedece en la fe, es fiel.
La autoridad no se gana con títulos, no se gana con nombres;
fundamentalmente se gana con la actitud del pastor que da muestras y
signos de conocer a sus ovejas, que las ama, que las cuida, que las corrige,
que las levanta, que camina con ellas, que no las abandona en el momento
de la dificultad. El pastor ama hasta las últimas consecuencias pero en
cambio el asalariado, cuando las cosas se desdibujan o son difíciles, las
abandona, huye y el lobo las arrebata y las dispersa.
EL Buen Pastor ama intensamente en las horas buenas y en las horas
malas. En las horas buenas y en las horas malas de las ovejas y en las
horas buenas y en las horas malas del mismo Pastor. Ama con voluntad de
amor y no con interés de ganas.
Luego, hay un conocimiento profundo, recíproco, interpersonal; hay
participación, diálogo, no hay confusión de roles –cada uno tiene una misión
y un rol- ciertamente hay un conocimiento profundo y una entrega de amor
muy fuerte y sobre todo fiel.
También, dice Jesús, “hay otras ovejas que no son de este corral” y es ahí
donde tenemos que darnos que, siguiendo a Cristo, la Iglesia quiere y busca
–porque el Padre lo quiere en Cristo- que todos seamos uno como el Padre
y El son uno. Por eso es importante en la Iglesia –y esto no queda al
arbitrio o de un modo antojadizo del tipo “me gusta o no me gusta”- el
diálogo ecuménico, el diálogo inter-religioso. Ecuménico con las iglesias
cristianas -que tenemos al mismo Cristo pero a través de las diferencias que
cada uno tiene-, e inter-religioso a través de las grandes religiones
monoteístas como son el judaísmo y los musulmanes.
Es muy importante saber que Dios, con su cercanía, no nos aísla, no nos
separa, sino que por el contrario hace que nos tratemos entre todos
nosotros como hermanos, aunque seamos de diferentes “corrales” como
dice el texto bíblico.
Es así que el Pastor de la vida y cada uno tiene, en su vida, una vocación y
una misión. Dios sigue llamando a los jóvenes para que, escuchando a Dios
y escuchando las necesidades de nuestra gente, haya hermanos nuestros
que siguiendo al Pastor, siguiendo a Jesucristo e imitándolo, sepan dar la
vida es lo mejor que les puede pasar, es lo mejor que le pueden pedir,
porque si viven intensamente su vocación sacerdotal o religiosa, es para
amar más.
Recemos por nuestros pastores, recemos por el obispo, recemos por
nuestra gente, recemos por el Papa y por la Iglesia para que muchos los
sigan, perseveren y algunos jóvenes se animen a dar el paso que es decir
SI al llamado de Dios y que no tengan miedo.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén