CUARTO DOMINGO DE PASCUA. CICLO B.
Jn. 10, 11-18
Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; no como el
asalariado que ni es verdadero pastor ni propietario de las ovejas. Este,
cuando ve venir al lobo, las abandona y huye. Y el lobo hace presa en ellas
y las dispersa. El asalariado se porta así, porque trabaja únicamente por la
paga y no tiene interés por las ovejas. Yo soy el buen pastor; conozco a mis
ovejas y ellas me conocen a mí, lo mismo que mi Padre me conoce a mí y
yo lo conozco a él; y yo doy mi vida por las ovejas. Pero tengo otras ovejas
que no están en este redil; también a éstas tengo que atraerlas, para que
escuchen mi voz. Entonces se formará un rebaño único, bajo la guía de un
solo pastor.
El Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie
tiene poder para quitármela; soy yo quien la doy por mi propia voluntad. Yo
tengo poder para darla y para recuperarla de nuevo. Esta es la misión que
debo cumplir por encargo de mi Padre.
CUENTO: EL MEJOR ARGUMENTO
Un viejecito, ateo e incrédulo, fue a visitar a un sacerdote. Quería que le
ayudase a resolver sus dudas de fe. No lograba convencerse de que Jesús
de Nazareth hubiera resucitado. Buscaba pruebas de la resurrección.
Cuando entró en casa del sacerdote, estaba ya alguien hablando con él. El
sacerdote entrevió al anciano de pie en el pasillo, y corrió en seguida,
sonriente, a ofrecerle una silla.
Cuando el otro se despidió, el sacerdote hizo entrar al señor anciano. Una
vez conocido su problema, le habló largamente y, después de un denso
coloquio, el anciano de ateo se convirtió en creyente y quiso volver a
ponerse en contacto con la Palabra de Dios, recibir los sacramentos y
recobrar la confianza y devoción a la Virgen María.
El sacerdote satisfecho, pero también un poco sorprendido por el cambio, le
preguntó:
- El detalle de acercarme la silla para que no me cansase de esperar. –
respondió el anciano.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
En este cuarto domingo de Pascua, la Iglesia celebra el Domingo del Buen
Pastoral y la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Una hermosa
consecuencia del Evangelio de hoy, el Evangelio de Jesús Buen Pastor.
He leído estos días que, al menos en España, la gente confía muy poco en
las instituciones, muy en especial en los políticos y en la Iglesia. ¿Qué está
pasando?¿Es sólo un síntoma de la indeferencia de la sociedad o una
manifestación de algo más profundo?¿Es pasotismo o en crítica que nos
debe hacer pensar? De los políticos es algo que no me extraña. De la
Iglesia no sólo me extraña sino que me preocupa. Porque lo curioso es que
los jóvenes sobre todo que son los más críticos, lo que realmente
desaprueban es el aparato burocrático de la Iglesia, no a los cristianos que
dan testimonio con su vida del amor a los más pobres ( y mucho más ahora
en estos tiempos de crisis en que muchos cristianos, en especial a través de
Cáritas, están ayudando a tantas personas). Valoran y mucho a los
misioneros y a quienes trabajan por los más necesitados, sea cerca o lejos.
Desconfían de los líderes religiosos, de los obispos, sacerdotes, y por
supuesto del Papa.
¿Será que en ciertas esferas de la Iglesia no se ve esta imagen del Buen
Pastor?¿Tendremos que preguntarnos seriamente si reflejamos a este Jesús
Buen Pastor, o más bien lo contrario?¿No estará la Iglesia jerárquica, en sus
diferentes niveles, demasiado alejada de la realidad de la gente de la
calle?¿No será que los mensajes que se transmiten a nuestra sociedad son
siempre moralizadores y en general represivos respecto a casi todo?¿Hay
realmente escucha del sentir y vivir de la gente?.
No digo que haya que hacer lo que dice la gente y adaptar el Evangelio a los
valores del mundo, y menos del mundo actual consumista y materialista.
Pero, ¿lo hacemos de la mejor manera? ¿Qué es lo que prima más en la
Iglesia: la burocracia, el número y el activismo, o el trato cercano y
acogedor a las personas? ¿No nos verán como una institución más de la
sociedad que busca asegurarse el sustento y tener influencia en nuestro
mundo? ¿Podemos hoy atraer a los jóvenes a una vocación religiosa o
sacerdotal si en realidad no ven en nosotros modelos felices de entrega
generosa y humanizadora?¿Son nuestras comunidades religiosas,
parroquiales, diocesanas espacios abiertos de escucha, acogida, compartir,
alegría, y sobre todo amor?
Pensemos cada uno de nosotros si somos imagen del Buen Pastor, que
conoce a cada una por su nombre, que las personaliza y las ama como
únicas y dignas de ser amadas y cuidadas. Será el primer paso para hacerse
interrogar a los jóvenes. Junto con la oración por las vocaciones y todas las
iniciativas pastorales al respecto. Pero si no somos cercanos, si no nos
dejamos conocer, si no les abrimos las puertas, de nada servirán todas las
iniciativas que programemos, incluso aunque sean exitosas.
Seamos imagen del Buen Pastor, Cristo, que entregó su vida por sus
ovejas, que se preocupó de estar cercano a los que le buscaban y sobre
todo a los más necesitados, como hizo el sacerdote con el anciano del
cuento de hoy. Porque en realidad es son los detalles de acogida, amor,
cercanía los que harán interpelarse y acercarse a la gente para preguntar
qué nos mueve a actuar de ese manera. Ése es el pastoreo de Jesús y debe
ser el de los pastores de la Iglesia y de todos quienes tengan a su cargo
personas. Sólo quien se acerca con humildad y cariño a las personas puede
tener autoridad moral de pastor, al menos de pastor cristiano.
Hace unas semanas se celebró un nuevo aniversario del martirio de
Monseñor Romero, el cual decía en una carta escrita poco antes de morir
asesinado:
“Muchas veces he sido amenazado de muerte. Debo decir que como
cristiano no creo en la muerte sin resurrección; si me matan, resucitaré otra
vez en el pueblo de El Salvador. Como pastor, estoy obligado por encargo
de Dios a dar mi vida por aquellos a los que amo, que son todos los
salvadoreños, incluidos los que pretenden asesinarme. Que mi muerte sea
liberación de mi pueblo y testimonio de esperanza para el futuro. Quiera
Dios que esta gente comprenda que está perdiendo el tiempo; se puede
matar a un obispo, pero la Iglesia de Dios, es decir, el pueblo, nunca
perecerá”. Impresionante testimonio que monseñor Romero rubricó con su
propia sangre mientras celebraba la Eucaristía., un 24 de Marzo de 1980.
¡QUE NUESTRA VIDA SEA REFLEJO DEL BUEN PASTOR QUE ES CRISTO!:
¡FELIZ Y VOCACIONAL SEMANA PARA TODOS!