V Domingo de Pascua, Ciclo B.
Pautas para la homilia
«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos»
Hemos celebrado cuatro semanas de Pascua y nos quedan tres para celebrar
Pentecostés, por eso la iglesia pide hoy al Padre: “que cuantos creemos en Cristo,
tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna”. En la celebracin de
este domingo aparece un aspecto nuevo de la Pascua. En las tres lecturas se hace
presente la necesidad de estar unidos a Cristo “vid verdadera”. Esta unidad será
posible por la fuerza del Espíritu, que es el que da la vida a la comunidad. Por él se
sigue obrando en la iglesia “las maravillas del Seor”, que nos hacen vivir la
“libertad verdadera” y nos hace desear la “herencia eterna”
“Les cont cmo había visto al Seor en el camino” (1ª Lectura)
La unión a Cristo ha de partir de una auténtica experiencia del Señor Resucitado.
Pablo la tuvo mientra iba de camino. Pasa de ser perseguidor a ser propagador,
pero la comunidad de Jerusalén, la iglesia madre, no se fía. Es necesario que
Bernabé lo presente a los apóstoles, para que cuente su experiencia de cómo se
había encontrado con el Señor y cómo había ya predicado públicamente en el
nombre del Señor en Damasco. Esta vinculación de Pablo a Jesús Resucitado es la
que hace de él sarmiento podado para que de mucho fruto. Da el fruto de su
testimonio poniendo al servicio del Evangelio todas sus capacidades humanas. Así
se convierte en apóstol de la gentilidad.
Creer y amarnos (2ª Lectura)
En la segunda lectura que proclamamos en esta celebración, San Juan nos dice que
somos de la Verdad, modo muy peculiar suyo, para hablarnos de Dios y de Cristo.
Pertenecemos y estamos unidos a ellos.
Evidentemente si tenemos buenas relaciones con Dios, podemos estar plenamente
tranquilos y confiados, tener paz y ser felices. Así fundamentada,”nuestra
conciencia no nos condena”.No se trata de animar a la despreocupacin o a la
indiferencia. Se nos presenta a Dios como alguien que está incondicionalmente a
favor del ser humano y no dependiente de los merecimientos nuestros para
otorgarnos su favor. Esta imagen que nos presenta San Juan en esta lectura, está
muy lejos de la imagen que con gran frecuencia tenemos de Dios y su actuar en
nosotros, que es pagana en el fondo, que premia a los buenos y castiga a los malos
sin más.
La vida del ser humano vivida en intimidad con Dios, nos obliga necesaria mente a
que no “amemos de palabra ni de boca, sino con obras”. Por eso su mandamiento
es:”que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a
otros tal como nos lo mand”
«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (Evangelio)
Momento importante en la vida de Jesús: discurso de despedida. Es un momento de
confidencias, de hablar de lo esencial. No hay tiempo para cosas superficiales. ¿Qué
es lo esencial? Para entrar en el círculo de amor que el Padre y el Hijo mantienen
entre sí, se precisa una condición: Permanecer estrechamente unidos a Jesús, como
lo están el sarmiento y la cepa. No hay fruto sin unidad a la cepa.
La vid y los sarmientos constituyen la misma planta, viven y fructifican unidos,
siempre que el viento o la mano del hombre no los separe. «El que permanece en
mí y yo en él» es un pensamiento frecuente en los diálogos de Jesús con sus
discípulos en la Última Cena.
Este mensaje estuvo muy gravado en los primeros seguidores de Jesús. Los
evangelios sabemos que son escritos en clave catequética y que en cierto modo dan
respuesta a dificultades que se daban en las comunidades cristianas para las que se
escribieron. En los tiempos que se escribió el evangelio de San Juan ya habían dado
comienzo las persecuciones que hacían tambalearse la fe de esa segunda
generación de cristianos. Cuando se escribe el evangelio de este domingo, parece
que la comunidad está pasando por persecuciones y penalidades. Al decir que Jesús
es como la vid a la que han de estar unidos los sarmientos para dar fruto, se dice
que “a todo sarmiento que no da fruto, lo poda para que dé más fruto”. Esa poda
puede significar algo doloroso que ocurrió, y que ocurrió por voluntad de Dios con
la intención de que esa comunidad dé más fruto. Nosotros no sabemos en qué
consistió esa poda.
Por otro lado, en este evangelio se insiste en un verbo: “permanecer”. El mensaje
es bien sencillo: hay que permanecer unidos al Señor para poder dar frutos de vida
cristiana. ¿Por qué se insiste tanto en permanecer unidos al Señor?
Puede ser que se diera una circunstancia muy parecida a la que estamos viviendo
nosotros. Hay mucho cansancio, estamos muy dispersos, estamos como agotados
de tantas divisiones, estamos desorientados…Las ideologías están haciendo mella
en nuestro sistema de valores. La vieja cristiandad de Europa se resiente con el
secularismo y agnosticismo. Con frecuencia no sabemos que camino tomar para ser
fieles a nuestra fe. Ante este panorama se nos recuerda de una manera insistente
que permanezcamos unidos a la “Vid verdadera”, porque separarse de ella es ir a la
ruina.
El “sin mi no podéis hacer nada” y el “permaneced en mi”, con estas dos
expresiones, el autor sagrado no se está refiriendo al concepto teológico, elaborado
posteriormente, de permanecer unidos a Cristo por la gracia. Para conseguir esto es
necesario antes mantenerse firmes y con consistencia en lo que han aprendido y
vivido junto a él. Se trata de tener una experiencia de fe similar a la de San Pablo.
El sí que se encontró con el Señor y a partir de esa experiencia personal, fue
injertado en la vid y podado por el Padre, que es el viñador, y así dio mucho fruto.
Ahora que se va a celebrar en octubre un Sínodo sobre “La Nueva Evangelizacin” y
ante la experiencia de lo que algunos se lamentan de trabajar mucho y tener pocos
frutos, ¿no sería conveniente preguntarnos si no estamos lamentándonos, echando
la culpa del fracaso a otras personas o al ambiente? ¿No será más bien que
andamos separados del Señor, actuando por nuestra cuenta y riesgo, y así somos
como los sarmientos secos que no producen fruto?
Todos hemos visto salir adelante cosas imposibles, verdaderos milagros en los que
unas pobres gentes, sin recursos, sin preparación especial, unidos al Señor,
sacaban adelante empeños imposibles. Santa Teresa de Calcuta es un buen
ejemplo de cómo unidos íntimamente al Señor, la Vid verdadera, y dejándonos
podar por el Padre, el dueño de la viña, se puede dar fruto en abundancia.
Creo que esto tan sencillo era lo que nos quería enseñar Jesús hoy.
Fr. Manuel Gutiérrez Bandera
Virgen del Camino (León)