IV Semana de Pascua
Con permiso de dominicos.org
Introducción a la semana
Sabroso menú el que nos presenta la mesa de la Palabra en esta cuarta etapa
pascual. Como botón de muestra baste recordar que nuestra vida creyente
pivota en el único nombre que salva, la piedra angular; nuestra vida creyente se
justifica sobradamente por el amor que nos profesa nuestro Padre Dios hasta el
punto de constituirnos hijos suyos (¡impresionante privilegio!), y quien
personifica el amor de Dios hacia nosotros da su vida para nuestro favor.
Si bien esta semana viene salpicada por memorias de varios grandes creyentes,
los Hechos de los Apóstoles nos proyectan como si fuera una película sobre las
vicisitudes de la comunidad apostólica un ramillete de escenas más que
atractivas: cómo justifica Pedro su conducta no por bautizar a gentiles, cuanto
por hacerlo sin antes convertirlos en judíos mediante la circuncisión; el inicio de
la iglesia de Antioquía, lugar en la que los discípulos fueron denominados
cristianos por primera vez; la cruel noticia del arresto de algunos creyentes
ordenado por Herodes quien ordenó pasar a cuchillo a Santiago, hermano de
Juan; la detención de Pedro, el comienzo de la asombrosa aventura de los viajes
evangelizadores de Pablo con algunas muestras de su valiente predicación, el
apunte que indica cómo los judíos rechazaron el mensaje de Pablo y Bernabé.
Las evangélicas páginas de la semana se apoyan en la alegoría del domingo, el
Pastor bueno que se identifica con todas sus ovejas. Y junto a la imagen del
pastor emerge también la de la puerta de indudable contenido cristológico, en la
que aparece la unidad entre el Padre y Jesús de Nazaret, horizonte de luz que el
evangelio de Juan nos traslada tras el lavatorio de los pies. Cierra la semana el
discurso de despedida de Jesús, en el viernes y sábado de esta quinta semana
pascual.
El escueto espacio de esta página sólo nos permite marcar fiestas litúrgicas,
amén de la pascua, tan señeras como la de Catalina de Siena, la enamorada de
Cristo y de la iglesia, Pío V, Atanasio, los apóstoles Felipe y Santiago, el
predicador Vicente Ferrer, sin olvidar el día primero de mayo, memoria de que
todos los derechos que disfrutamos o deseamos disfrutar, además de ser
históricos, costaron en su momento sangre y vidas humanas. ¡Obligada gratitud
a los pioneros y renovación de nuestro credo antropológico, el de los derechos
humanos!
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)