EL QUINTO DOMINGO DE LA PASCUA B
(Hechos 9:26-31; I Juan 3:18-24; Juan 15:1-8)
¿Quién recuerda el libro El Poder del pensamiento tenaz? ¿Y Cómo ganar amigos e
influir sobre las personas? ¿Y Los siete hábitos de las personas altamente
efectivas? Cada uno fue fabulosamente popular, traducido en español y
probablemente cincuenta otros idiomas. Los tres fueron parte del movimiento
“auto-ayuda” que tuvo lugar durante el siglo pasado. En el evangelio hoy Jesús nos
imparte su idea sobre cómo tener éxito en la vida.
Según Jesús, para vivir bien el cristiano tiene que mantenerse cerca de él. Se
compara a sí mismo como una vid y a nosotros somos como los sarmientos. Como
un sarmiento no puede producir uvas si se quita de la vid, nosotros no podemos
hacer buenas obras aparte de él. No podemos dar alivio a los pobres como las
hermanas de la congregación de Madre Teresa. Ni siquiera podemos guiar a
nuestros propios hijos a la madurez verdadera.
Dios nos prepara a producir fruto por la acción de la Eucaristía. Pues, la misa es el
lugar provechoso para escuchar la palabra de Dios que nos limpia de las ideas
erróneas. En la misa hoy, por ejemplo, la primera lectura propone el amor mutuo
como nuestro objetivo en la vida. Este tipo de amor vale mucho más que divertirse
o enriquecerse a sí mismo. También la Eucaristía nos provee con el sumo
testimonio de este amor en el cuerpo y la sangre de Jesús ofrecidos en la cruz.
Tomados con la reverencia debida, estos elementos nos fortalecen para visitar a los
internados o tomar un ministerio en la parroquia. Hecha posible por el Espíritu
Santo, la Eucaristía representa la acción de Dios podando nuestros vicios.
Cortados de Jesús, nos hacemos espiritualmente secos a pesar de que aparezcamos
grandes en los ojos de muchas personas. Recientemente se contó la historia de la
Srta. Yvette Vickers en un artículo sobre la soledad creciente en la edad de
comunicación. Como joven la Srta. Vickers era una conejita de Playboy y estrella
del cine horror. Se divorció dos veces y tenía a un amante por muchos años. La
tragedia es que cuando se encontró muerta en su casa hace dos años, no pudo
determinar exactamente cuando falleció. Pues su cuerpo estuvo momificado
después de un largo tiempo con la calefacción encendida. Por las facturas
telefónicas se piensa que en los meses antes de su muerte, la mujer no buscó
compañía de ningún pariente o amigo sino de algunos aficionados distantes que le
habían contactado por el Internet. Es un caso extremo, pero se puede decir con
confianza que el rechazo a darse de uno mismo por el bien de los demás conduce a
una vida rodeada por extranjeros si no enemigos.
En contraste la vida entregada al amor de Cristo espera no sólo el apoyo de los
compañeros en el Señor sino también la ayuda de Dios mismo. En la lectura Jesús
promete a aquellos que permanecen en él cualquiera cosa que pidan. Por supuesto
esto no es formula para conseguir vacaciones en Cancún. Pues la gente arraigada
en Jesús no pide cosas tan superficiales. Pero se puede esperar dones tan
preciosos como la valentía para hacer frente a la muerte y la paciencia para cuidar
a los bebés.
“Yo soy la vid” – dijo el astronauta Buzz Aldrin en la superficie de la luna en 1969 –
“ustedes son los sarmientos”. Fue la segunda persona humana para pisotear la
luna justo después del comandante Neil Armstrong. La primera cosa que Aldrin
hizo en la luna fue consumir los elementos de la Eucaristía, la hostia y el vino, que
trajo de su templo en Houston. Aunque el coronel Aldrin no era católico, creía
tanto como nosotros que conectados a Jesús, se puede hacer muchas obras
buenas. Conectados a Jesús, podemos hacer obras buenas.
Padre Carmelo Mele, O.P.