Ciclo B. V Domingo de Pascua, Ciclo B.
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Con frecuencia el Señor nos presenta su evangelio utilizando comparaciones,
parábolas, alegorías para hacer más comprensible a la gente sencilla lo que Él
deseaba manifestar. Hoy nos habla de la “vid y los sarmientos” para expresarnos la
relación vital y espiritual existente entre Jesús y el creyente, entre su Palabra y la
asimilación que podemos hacer de lo que nos quiere decir.
Estamos llamados por nuestra vocación de cristianos a dar frutos. Desde el
bautismo crecemos progresivamente en nuestra adhesión al Señor y, haciéndola
consciente con nuestra incorporación activa y voluntaria en la Iglesia, tendemos
hacia la santidad de vida y así nuestras acciones están en sintonía con el Señor.
Esta unión y comunión del creyente con Jesús es indispensable para poder dar
fruto. Y será el amor la garantía de la unión y el fruto en plenitud “Como el Padre
os amó, así yo os he amado, permanezcan en mi amor”. Un amor en perseverancia,
en fidelidad continua y en donación. Creer en el Hijo de Dios trae como
consecuencia el amor a los hermanos. No se puede aceptar a Jesús sin amar a los
hermanos. Sólo el amor es signo de la fe. Una fe sin obras como consecuencia del
amor a Dios y a los hombres es una fe sin raíz y sin vida.
Buna parábola para analizar nuestra vida y comprometernos a dar frutos al Señor.
¿Cómo vivimos nuestra pertenencia y la función que tenemos en la familia? La
fidelidad conyugal, el espíritu de unidad y diálogo que debe orientar nuestra vida en
el hogar serán criterios básicos de actuación; la justicia, honradez y honestidad
deberán regir también nuestros comportamientos en el ámbito laboral y social; la
verdad desde la transparencia y sinceridad de nuestros actos para gozar de
credibilidad y ser consecuentes con nuestra forma de pensar y actuar; la solidaridad
que nos abre a la generosidad, al servicio y al compartir con los demás; la paz para
alcanzar el grado de serenidad interior y superar todo brote de rencor, violencia y
odio; la reconciliación que contribuye a superar las heridas, aceptar el perdón, el
abrazo fraterno y la amistad renacida.
Pongamos todas estas consideraciones en los brazos de María en este mes de mayo
que intercede por nosotros y nos anima a vivir con intensidad nuestra vida cristiana
desde la fidelidad, acogida y receptibilidad de la Palabra, humildad y amor generoso
que orienta y dinamiza nuestro seguimiento al Señor.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)