Santísima Trinidad
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús
les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo: - Se me ha dado pleno poder en el cielo
y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que
os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el
fin del mundo.
Palabra del Señor
Homilías
(A)
Si por un imposible, la Iglesia dijera un día que Dios no es Trinidad,
¿cambiaría en algo la existencia de muchos creyentes? Probablemente, no.
Por eso queda uno sorprendido ante la confesin del P. Varillon: “Pienso que
si Dios no fuera Trinidad, yo sería probablemente ateo... En cualquier caso,
si Dios no es Trinidad, yo no comprendo absolutamente nada”.
La inmensa mayoría de los cristianos no sabemos que al adorar a Dios como
Trinidad, estamos confesando que Dios, en su intimidad más profunda, es
sólo amor, acogida, ternura.
Es quizás la conversión que más necesitamos: el paso progresivo de un Dios
considerado como Poder a un Dios adorado gozosamente como Amor.
Dios no es un ser “omnipotente y sempiterno” cualquiera. Un ser poderoso
puede ser un déspota, un tirano destructor, un dictador arbitrario. Una
amenaza para nuestra pequeña y débil libertad.
¿Podríamos confiar en un Dios del que sólo supiéramos que es
Omnipotente? Es muy difícil abandonarse a alguien infinitamente poderoso.
Es mejor desconfiar, ser cautos, salvaguardar nuestra independencia.
Pero Dios es Trinidad. Dinamismo de amor. Y su omnipotencia es la
omnipotencia de quien sólo es amor, ternura insondable e infinita. Es el
amor de Dios el que es omnipotente.
Dios no lo puede todo. Dios no puede sino lo que puede el amor infinito. Y
siempre que lo olvidamos y nos salimos de la esfera del amor, nos
fabricamos un Dios falso, una especie de Júpiter extraño que no existe.
Cuando no hemos descubierto todavía que Dios es sólo Amor, fácilmente
nos relacionamos con él desde el interés o el miedo. Un interés que nos
mueve a utilizar su omnipotencia para nuestro provecho. O un miedo que
nos lleva a buscar toda clase de medios para defendernos de su poder
amenazador.
Pero una religión hecha de interés y de miedos está más cerca de la magia
que de la verdadera fe cristiana.
Sólo cuando uno intuye desde la fe que Dios es sólo AMOR y descubre
fascinado que no puede ser otra cosa sino AMOR presente y palpitante en lo
más hondo de nuestra vida, comienza a crecer libre en nuestro corazón la
confianza en un Dios Trinidad del que lo único que sabemos en Cristo es
que no puede no amarnos.
(B)
En otros tiempos, “Dios” fue una palabra llena de sentido para muchos
hombres y mujeres. Hoy son cada vez más los que se avergüenzan de
hablar de Dios de manera seria. Para muchos, Dios trae malos recuerdos.
No interesa pensar en él. Es mejor “pasar” de Dios.
¿Cuál es la raíz profunda de este “ateismo mediocre” que sigue creciendo en
el corazón de tantos que, incluso, se llaman cristianos? Quizás, muchos de
ellos han experimentado a Dios como alguien prepotente, tirano poderoso
ante el que tenemos que defender nuestra libertad, rival invencible que nos
roba la vida y la felicidad.
Sin darse cuenta, siguiendo la invitación de F. Nietzche, están matando en
su corazón a este Dios indeseado porque están secretamente convencidos
de que es un ser prepotente que nos estropea la vida avasallando nuestra
libertad.
No saben que ese Dios tirano y dominador contra el que inconscientemente
se rebelan, es un fantasma que no existe en la realidad.
La clave para recuperar de nuevo la fe en el verdadero Dios sería, para
muchos, descubrir que Dios es amigo humilde y respetuoso.
Dios no es un ídolo satisfecho de sí mismo y de su poder. No es un tirano
narcisista que se goza y se complace en su omnipotencia.
Dios no grita, no se impone, no coacciona. Dios no se exhibe. No se ofrece
en espectáculo. Son muchos los que se quejan de que Dios es demasiado
invisible y no interviene espectacularmente en nuestras vidas, si siquiera
reacciona ante tantas injusticias. No han descubierto todavía que Dios es
invisible porque es discreto y respeta hasta el final la libertad de los
hombres.
La fiesta de la Trinidad nos vuelve a recordar algo que olvidamos una y otra
vez. Dios sólo es Amor y su gloria y su poder consiste sólo en amar. Para
nosotros, la gloria siempre es algo ambiguo y nos sugiere renombre, éxito
por encima de todo, triunfo sobre los demás, poder que puede con los
otros... La gloria de Dios es otra cosa.
Dios sólo es amor y, precisamente por eso, no puede sino amar.
Dios no puede manipular, humillar, abusar, destruir. Dios sólo puede
acercarse a nosotros para que nosotros podamos ser nosotros mismos. “La
gloria de Dios consiste en que el hombre esté lleno de vida”.
Muchos hombres y mujeres cambiarían su actitud ante Dios si descubrieran
que su idea de Dios es una “degradacin lamentable” y si aprendieran a
creer en un Dios humilde respetuoso, amigo de la vida y la felicidad de los
hombres, un Dios que no sabe ni puede hacer otra cosa que querernos.
(C)
Ladislao Boros ha dicho que “la humanidad sufre hoy la más terrible de
todas las experiencias: la lejanía de Dios”. Y esto es cierto, pues para
muchos de nuestros contemporáneos, Dios es algo lejano y vago, algo que
se confunde casi con lo ilusorio e irreal.
De hecho, son bastantes los que casi insensiblemente, van pasando poco a
poco, de una fe débil y superficial, a un ateísmo también débil y superficial,
sin detenerse con sinceridad ante la realidad de quién es el origen y el
destino último de nuestro ser.
¿Cmo dar de nuevo un contenido vivo a ese nombre de “Dios”, cuando uno
lo ha ido vaciando de vida, con una fe banal y una existencia mediocre?
¿Cómo aprender de nuevo a vivir con gozo ante Dios? ¿Cómo ponerse de
nuevo en camino hacia Él?
Probablemente hemos de redescubrir, antes que nada, que Dios en su
realidad más profunda es Trinidad. Es una familia. Es decir, que Dios no es
algo frío e impersonal, un ser solitario, sino vida compartida, amor
comunitario, amistad gozosa, ternura y vida en plenitud.
Dios no es alguien que nos ciega con su poder divino. Dios es amor que nos
acoge, amistad que nos envuelve, ternura que nos busca por todos los
caminos de nuestra existencia.
Por eso su presencia en el mundo es humilde y discreta, como lo es siempre
la presencia de la ternura y el amor verdaderos.
Sólo quien sabe de amor, sabe de Dios. Sólo quien es capaz de vivir
incondicionalmente la amistad, de irradiar amor y bondad en esta sociedad
egoísta, de poner un poco de justicia y ternura en la construcción de este
mundo, puede encontrar a Dios.
Es el amor vivido incondicionalmente el que purifica nuestras falsas
imágenes de Dios y nos coloca en la verdad y la humildad necesarias para
acercarnos al Dios Trinitario.
Nuestra sociedad no necesita “defensores triunfalistas” que nos hagan la
propaganda de Dios, sino testigos humildes que con su vida nos hagan
percibir el amor y la amistad de Dios por los hombres.
La gran novedad que nos revela la Palabra de Dios es: que Dios es Amor. Y
esto no se nos ha revelado para que nosotros lo contemplemos
boquiabiertos o para que hagamos especulaciones estériles o razonamientos
filosóficos... Cristo nos ha revelado la intimidad de Dios para que
construyamos nuestra vida de creyentes teniendo en cuenta ese patrón.
Cuando lleguemos a creer en un Dios que es amor, es decir: diálogo,
entrega, comunión, felicidad compartida; entonces, comenzaremos a sentir
la necesidad de parecernos a Él, de imitarle, de darnos y entregarnos a lo
divino y a nuestros hermanos los hombres.
La Trinidad es paradigma de lo que han de ser nuestras comunidades. La
causa profunda de desunión entre los hombres y la más lamentable
incomprensión entre los cristianos, es haber olvidado el ejemplo de
convivencia amorosa entre las Personas de la Trinidad. Y la causa de la
lesión de la dignidad humana, de la esclavitud y la opresión es no haber
comprendido que somos libres en el Espíritu e hijos de Dios.
Necesitamos ahondar en esta verdad de Dios. Dios es amor. Y esta noticia
la tenemos que comunicar al mundo, no con palabras, sino a través de una
ilustración práctica: nuestro amor fraterno.
Viendo cómo nos amamos, los hombres han de entender qué es el amor de
Dios y qué efecto produce en nosotros. Los hombres han de ser instruidos
acerca de Dios observando nuestro comportamiento.
Los grandes problemas que preocupan, hoy, a los hombres, sólo se
conseguirá solucionarlos cambiando los corazones.
La respuesta a tanta división, conflicto y guerra es una vida fraterna; la
respuesta a las desigualdades es compartir. La respuesta al odio y al rencor
es el perdón. Sí, actuar a favor del hombre, es actuar a favor de Dios,
revelando su rostro más auténtico.
Que el Dios Trinidad nos conceda la gracia de ser espejos que reflejemos su
amor y su misericordia.
(D)
Un misionero español del Ecuador, estando de vacaciones en España dijo:
“Aquí Dios no tiene mucho que hacer. Allá (en Ecuador), sí, porque le
ocupamos para todo, es el centro de nuestra vida. Allá le necesitamos para
todo, le encomendamos todo, le confiamos todo”.
Sin embargo, en otras latitudes la percepción es muy diferente. El teólogo
Buber, hablando de nuestra sociedad desarrollada, afirma que ésta “sufre un
eclipse de Dios” . Es decir, que a Dios no se le ve o no le vemos porque le
ocultan o se interponen otros valores, otros intereses. Un dato sorprendente:
mucha gente, tanto muchachos como adultos, hombres como mujeres, jamás
se atreverían a rezar en público, a citar el nombre de Dios en una plegaria, sin
embargo no tienen el menor reparo, ni sienten la menor vergüenza para
lanzar públicamente y en tono alto unas categóricas blasfemias contra Dios.
He traído a colación esto porque hoy celebramos el domingo de la Santísima
Trinidad, hoy es la fiesta de Dios-Padre, de Dios-Hijo y de Dios-Espíritu Santo.
A nosotros nos interesa el Dios de Jesús: un Dios cercano, no amenazante. Si
bien conviene advertir que “un Dios conocido deja de ser Dios” , ya que si cabe
en nuestra cabeza, necesariamente le hemos empequeñecido.
Para hablar de Dios no está más capacitado quien posee títulos académicos o
posee un lenguaje elevado. Jesús manifest en una ocasin: ”te doy gracias
porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has
revelado a la gente sencilla”.
Al hilo de lo eso vamos a dejar la homilía de hoy en manos de unos niños de
una escuela de primaria del sur de Italia, a quienes el maestro les animó a
escribir una carta a Jesús. En sus líneas han sabido verter detalles
extraordinarios. Ellos desde la ingenuidad y desde la inocencia descubren
aspectos que muy probablemente se les escapan a los teólogos y a mucha
gente mayor. Ahí van algunos ejemplos de como reaccionan Marco, Patricia,
Bruno, Laura y otros. En primer lugar no ocultan que tienen dudas y por eso
preguntan:
“¿Los pecados los marcas en rojo como la maestra?”.
Otro añade: ”Seguro que para ti es dificilísimo querer a todos en todo el
mundo. En mi familia solo somos cuatro y no lo consigo” .
No les falta decisión, pues son capaces de hacer observaciones a Dios, de
sugerirles algunas correcciones:
“Cuando tu Padre creó el universo, ¿no era mejor que en vez del domingo
hubiera descansado los días de cole?”.
Otra pequeña cuestión: “¿La jirafa la querías hacer así o fue un accidente?”.
En ocasiones plantean cuestiones profundas. “Me gusta mucho el
Padrenuestro. ¿Se te ocurrió en seguida o lo tuviste que hacer varias veces?.
Yo siempre que escribo algo lo tengo que repetir”.
Uno de los alumnos roza lo cómico, aunque para él a lo mejor se trata de algo
serio:
”Gracias por el hermanito, pero yo había pedido un perro”.
Lo que sigue es muy distinto:
”Ya no me he vuelto a sentir sola desde que he descubierto que existes”.
Uno de la clase no puede callar y manifiesta la bondad de Dios:
”No creo que puede haber un Dios mejor que tú. En fin, quisiera que lo
supieras, pero no creas que te lo digo porque eres Dios, ¿eh?”.
No sé lo que os ha parecido las ocurrencias de estos pequeños alumnos de una
escuela. Son pinceladas certeras. En este punto llevaba razón Jesús cuando
dijo: “dejad que los nios se acerquen a mí”. Notaría sin duda que algunos
puntos le entendían mucho mejor que los adultos.
La profesora pregunta: ¿Cómo sabemos que Dios existe? Cada uno fue dando
su propia respuesta. Pero la profesora seguía insistiendo como si no estuviese
satisfecha con las respuestas. Queriendo echarles un mano añadió: Y cómo
saber que Dios existe si ninguno lo hemos visto? Todos se quedaron callados.
Para los niños es evidente que lo que no se ve o se toca no existe. Hasta que
un pequeño que era tímido, levantó la mano y tímidamente y respondió:
Señorita. Dios es como el azúcar. Mi madre me dijo que DIOS ES COMO EL
AZÚCAR en mi leche que ella prepara todas las mañanas. Yo no veo el
azúcar que está dentro de la taza en medio de la leche, pero si ella me lo
saca, queda sin sabor.
¿A alguien de nosotros se le ocurriría definir a Dios como una cucharada o
un terrón de azúcar? De seguro que nosotros daríamos una definición de Dios
mucho más técnica y científica. Pero bastante más inútil. La prueba el mismo
título de la fiesta de hoy: “Santísima Trinidad”. Y con eso ya nos quedamos
tan tranquilos. Con decir que son “tres pero que son uno”, que ni usted ni yo
sabemos como es esa matemática que uno sea tres y que tres sean uno, de
seguro nos quedaríamos satisfechos. Ninguno entenderíamos nada pero nos
quedaríamos tranquilos.
Estoy seguro que la mamá de ese niño no entendía demasiada teología,
pero sí tenía algo que es fundamental cuando se trata de hablar de Dios.
Hablaba no del Dios que se nos explica con ideas, sino del Dios que ella
experimentaba en su corazón. No sé si los teólogos estarán muy de acuerdo
con un “Dios terrn de azúcar”, lo que sí sé es que aquella madre vivía la
verdad de Dios en el corazón humano.
Porque, al fin y al cabo, Dios no es una idea. Dios es una realidad para
nuestra vida. Y una realidad que da sentido y da sabor a nuestra vida.
P. Juan Jáuregui