Ciclo B. V Domingo de Pascua, Ciclo B.
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
La parábola de “la vid y los sarmientos” (Jn 15,1-17) es muy rica en contenido y en
enseñanzas. En varios aspectos, bastante más rica que la comparación paulina del
cuerpo (1 Cor 12, 1-31). En especial, en lo que se refiere a la igualdad esencial de
sus miembros, que fue sin duda lo que llevó a Juan Pablo II a preferirla al presentar
y desarrollar su exhortación sobre los laicos cristianos CHFL,1989). El otro aspecto
se refiere a la vitalidad e intimidad de la unión entre el tronco de la vid y los
sarmientos. La savia corre desde la cepa a todos los sarmientos (desde Cristo a
todos los cristianos). S. Pablo llamó a esto “vivir en Cristo”, expresión que repite
más de cincuenta veces y que se traduce en lo que fue su vida: “vivo yo, mas no
yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20)
Esta especial unión entre Jesucristo y los cristianos (la vid y los sarmientos), se
entiende mejor teniendo en cuenta la relación madre-hijos (en su primera etapa,
sobre todo). Son sangre de mi sangre, vida de mi vida, dice la madre refiriéndose a
sus hijos, los que a su vez dependen totalmente de la madre. Jesús plantea esta
misma unión-relación entre Él y sus discípulos: “el que permanece en mí y yo en él,
ese da mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada” (Jn 15, 5). Entrando en la
Semana de celebraciones por el Día de la Madre, lo expresado puede ser el mejor
saludo y homenaje que se le puede rendir a una madre. Quien, además, se pone
“orgullosa” cuando los hijos son creativos y producen abundantes frutos. Jesús dice
esto mismo de sus discípulos, aplicándolo a su Padre Dios (Jn 15, 8).
La unión y permanencia en Cristo, que llega a su plenitud en la comunión de la
santa misa, es del todo necesaria para el discípulo. Y es causa de muchas
bendiciones, algunas de las cuales las veremos en el próximo domingo, que
continúa el evangelio de hoy (Jn 15, 9-17). Aquí quiero mencionar sólo dos, que
están en el testo del evangelio de hoy. La primera tiene que ver con las buenas
obras (de justicia, caridad y santidad), que sólo si estamos unidos a El podremos
hacer (Jn 15, 4). Si no seremos rama seca, que sólo sirve para ir al fuego… La
segunda tiene que ver con la oración: “si ustedes permanecen en mí pidan lo que
quieran y lo conseguirán” (Jn 15, 7).
Antes me referí a la igualdad esencial de todos los miembros de la iglesia,
significada por el hecho de ser todos igualmente ramas. Es la gran diferencia con la
comparación del cuerpo humano y del cuerpo de Cristo, que es la iglesia, donde
hay unos miembros que son “menos honorables” y otros “más nobles” que otros (1
Cor 12, 21-24). O cuando se dice que “en primer lugar están los apóstoles, en
segundo lugar los profetas, en tercer lugar los maestros…” (1 Cor 12, 28). La iglesia
es ciertamente jerárquica y sus miembros tienen vocaciones y funciones distintas
unos de otros, pero básicamente, en cuanto fieles cristianos, todos somos
igualmente ramas (sarmientos), igualmente llamados a ser cristianos y a ser
santos..
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)