Dimensiones del amor
La razón última de nuestra vida es el amor. Existimos porque Alguien nos
amó desde siempre. Vivimos porque alguien cuidó con afecto profundo de
todos los detalles de nuestros pasos, ritmos y etapas de nuestro diario vivir.
Si ha habido frustraciones es porque no supimos sintonizar con el amor, con
el hábitat en donde vivíamos, con las personas que nos acogían, o
simplemente, se habrían roto los hilos de la comunión.
Cuando Juan nos invita a “amar de verdad”, nos está guiando por el camino
correcto. Hoy se dan muchos mecanismos para hacer del amor, una farsa.
Tras las máscaras que usamos, sólo queda el vacío. Para amar de verdad
necesitamos vaciarnos de todo interés, egoísmo o búsqueda de
complacencias egolátricas. El amor nos exige donación, ofrenda permanente
de sí mismo en la construcción del hermano.
Pablo ha iniciado su proceso de conversión. Todavía quedan dudas para los
demás, sospechas que hieren y laceran el alma. Un amigo - ¡eh ahí el amor
en fidelidad! - lo presenta a la comunidad de los discípulos. Esta primera
comunidad es escuela de amor, aprendizaje permanente en donde el
desafío de crecer nos lleva hasta la dimensión última que es Cristo.
El evangelio es un himno al amor. Es el canto a la viña, a las ramas
pegadas al tronco por donde cruza a torrentes el amor que es la vida
misma. Si no hay esta conexión total a la fuente, vendrá la sequedad, la
esterilidad, la inutilidad de nuestras vidas. Juan es claro: “Si no estamos
pegados al tronco”, que es Cristo, se acaba la vida cristiana.
Cochabamba 06.05.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com