Pentecostés
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta el acontecimiento de
Pentecostés desde una doble realidad: En primer lugar, con imágenes que
hablan de una evidencia externa, tales como viento impetuoso, ruido,
llamas de fuego, diversidad de lenguas, Y segundo, desde una perspectiva
de interioridad, de escucha, de cambio, de conversión.
Podríamos contraponer Pentecostés y Torre de Babel. Pablo así lo insinúa.
Mientras Pentecostés es reunificación de la humanidad, Babel es dispersión.
Pentecostés es universalidad en la unidad, Babel es uniformidad en la
confusión. Pentecostés es don y fruto del Espíritu, Babel es “idolatría,
enemistad, rivalidad, envidia…”
El Espíritu nos abre a dos dimensiones unidas y relacionadas entre sí: La
personal y la comunitaria. Es acontecimiento eclesial: Surge la iglesia como
una pequeña semilla de comunión testimonial que ayuda a descubrir en el
seno de todas las culturas el evangelio. Pero es también algo personal:
Restablece el contacto con la Palabra de Dios, palabra pronunciada desde
siempre y que había quedado silenciada en orfandad total.
El Espíritu es el Maestro de la discreción. Actúa silenciosamente,
suavemente, discretamente. No hay que atribuirle nuestros afanes de
exhibición a su acción callada. Su trabajo es al interior del corazón, en las
márgenes de la historia, en los deshechos de humanidad. Desde ahí va
definiendo el Proyecto del Padre y haciendo viable, eficaz la presencia
amorosa del Hijo.
Cochabamba 27.05.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com